Los mitos fundacionales del Estado de Israel

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Descripción

Editorial: Ojeda; Idioma: español; Encuadernación: rústica; Formato: 17,5x25cms ISBN: 978-84-86041-66-3; Año ed. 2008; 2ª edición

Roger Garaudy, poseedor de dos doctorados en filosofía: uno de la Sorbona y otro de la Universidad de Moscú, ha sido siempre un destacado pensador de nuestra era, además de ser reconocido por su compromiso político, que lo llevó desde ser uno de los más importantes ideólogos del marxismo, tras asociarse en 1933 al partido comunista francés, hasta la prisión en un campo de prisioneros de la Francia ocupada, debido a su participación en la restistencia anti-nazi.

Tras su expulsión del partido comunista en 1970, donde lleguó a ser miembro de su Comité Central político, por dudar del socialismo aplicado en la Unión Soviética, continúa luchando por la paz y el entendimiento entre posiciones opuestas. De hecho, impulsa el diálogo interreligioso conviertiéndose al Islam tras su militancia católica, y aunque critica a la curia romana por no permanecer fiel a Cristo, al islamismo por pervertir el mensaje original del Islam y al sionismo por encontrarse en las antípodas del profetismo judío, aquel que enseñaba a sus compañeros del campo de prisioneros anti-nazis debido a su admiración por el universalismo de los profetas judíos, continua rescatando la esencia de las religiones abrahámicas y promoviendo el mutuo entendimiento.

De hecho, «Los mitos fundacionales del Estado de Israel» se enmarca dentro de una trilogía dedicada a luchar contra los integrismos religiosos de las 3 religiones abrahámicas, a los que llama «generadores de guerra y violencia» y «enfermedad mortal de nuestro tiempo».

En la primera parte del libro, «Los mitos teológicos «, Garaudy se dedica a cuestionar las supuestas bases religiosas en las que dice apoyarse el sionismo.

La segunda parte, «Los mitos del siglo XX», discute temas que no dejan de ser tabú dentro de la historiografía contemporánea. Entre ellos destaca el tratamiento del falaz ‘mito del antifascismo sionista’, poniendo al descubierto su mutua colaboración, y el ‘mito de la justicia de Nuremberg’, una venganza de los vencedores que intentaron imponer como ciertas todo tipo de mentiras sin posibilidad de defensa. No siendo suficiente el atrevimiento de Garaudy contra los mitos políticamente correctos, en búsqueda de la verdad se ve impelido a arremeter contra la gran mentira de nuestro siglo, el mito del holocausto judío, repasando los argumentos revisionistas.

En el tercer y último capítulo, «La utilización política del mito», trata sobre el tremendo poder que tienen los lobbys judíos tanto en Estados Unidos como en Francia para presionar políticamente e imponer su pensamiento a las masas, así como de los curiosos métodos de financiación del Estado de Israel.

El resultado final se vislumbra entonces como una de las más importantes obras sobre la temática. Y el que una personalidad como Garaudy, reconocido anti-nazi, comunista y militante de la concordia interreligiosa, de a luz una obra tan contundente no ha podido ser perdonado por la moderna inquisición democrática. Por ello es que su obra y persona ha sido atacada y perseguida, hasta ser condenado a pagar una multa de 150.000 francos y prisión en suspenso de 6 meses, viendo sus libros prohibidos y su vida amenazada por atreverse a pensar libremente.

Como bien afirma su traductor, «El libro de Garaudy es un desafío que clama a la libertad para entender la Historia reciente sin mixtificaciones, complejos, ni tabúes. Garaudy ejerce el derecho al amargo encanto de la discrepancia y eso, al parecer, es abominable para quienes tienen la mente estrecha y obtusa. De la discusión del debate serio y científico, de la duda metódica, de la revisión y reconstrucción de los hechos suele brotar el discernimiento. La técnica de la mordaza, la censura o el anatema termina por privar de argumentos a quien la emplea.»

PREFACIO

El libro de Garaudy viene precedido de una controvertida polémica. Intentar exponer libre y espontáneamente las ideas y los razonamientos en temas sensibles, como el que aborda en el ensayo Los mitos fundacionales del Estado de Israel, es misión al filo de lo imposible o en los umbrales de lo heroico. Desafiar la corriente es verse arrastrado por los lodos que desvirtúan la realidad. Poseer la verdad oficial no es tener necesariamente la razón.

El historiador no tiene que amoldarse a una sola versión, ni ceñirse al eco rutinario y mántrico de una infinita salmodia de reiteraciones que gravitan inexorablemente. La historia puede manipularse, y por ello los hechos pueden ser dubitados, las narraciones releídas, las conclusiones divergentes. Una investigación crítica rigurosa y documentada puede poner en entredicho textos hagiográficos o denigratorios, según sea el interés de los amanuenses al servicio del relato dogmático de sus mentores.

La vida sería muy triste sin matices ni colores. La música se convertiría en zumbido sin una pluralidad de notas y tonalidades. Garaudy ejerce el derecho al amargo encanto de la discrepancia y eso, al parecer, es abominable para quienes tienen la mente estrecha y obtusa. De la discusión del debate serio y científico, de la duda metódica, de la revisión y reconstrucción de los hechos suele brotar el discernimiento. La técnica de la mordaza, la censura o el anatema termina por privar de argumentos a quien la emplea.

Los intransigentes e intolerantes de la Historia que suelen ser sus sempiternos enemigos, han cuestionado por emitir una opinión favorable del libro, hasta al mismísimo Abad Pierre que en Francia, y tras una existencia ejemplar, se había ganado la estima universal. Ha sido suficiente desmarcarse, ejercer su libertad de expresión, para quedar pretérito.

El libro rompe ataduras y moldes que asfixian a las conciencias libres. Se puede opinar sobre sus fundamentos en cualquier sentido y sin exclusión de posibilidades. Lo que no se debe es estigmatizarlo sencillamente porque puede poner en evidencia la tortura de una ciega mentira a la que hemos estado sometidos como si se tratara del mito de la caverna platónico, donde se confundían las sombras imaginarias con los entes de luz.

El mérito mayor es el desapasionamiento que el autor utiliza frente a las iras de sus detractores. Serenidad frente a nerviosismo, voz frente a grito, objetividad confrontada a la parcialidad obligatoria, donde se llega a mentir para tratar de salir indemnes. Los hechos son como son, con independencia de que se nos quieran presentar distorsionados. Por eso el libro de Garaudy es un desafío que clama a la libertad para entender la Historia reciente sin mixtificaciones, complejos, ni tabúes.

José Luis Jérez Riesco

COMENTARIOS A GARAUDY

Considero una feliz predestinación el haber podido tener acceso, como mínimo, a la traducción castellana de uno de los escritos que más a dado que hablar durante los últimos meses. Se trata del trabajo del filósofo francés Roger Garaudy intitulado Les mythes fondateurs de la politique israélienne (1995) (2).  El libro ha suscitado una gran controversia que ha traspasado las fronteras francesas (3) debido a las tesis en él sostenidas e incluso ha llevado al autor a ser juzgado y condenado por un tribunal francés a pagar una multa de 120.000 francos (unos tres millones de pesetas) ante la acusación de ‘difamación racial’ y de poner en duda el Holocausto judío durante  la Segunda Guerra Mundial (4). No obstante, y como se desprende de algunas afirmaciones realizadas  en el libro, no es la primera vez que Garaudy tiene serios problemas por expresar sus opiniones. (5)

El libro consta de tres grandes capítulos (Los mitos teológicos, los mitos del siglo XX y la utilización política del mito) una conclusión y un interesantísimo anexo donde se reproduce una reveladora entrevista al profesor Moshé Zimmerman (6). Todo ello precedido de un prólogo y de unas palabras de Roger Garaudy donde nos dice el motivo que le impulsó a escribir su obra.

El escrito del filósofo francés se inserta, como él mismo nos dice, dentro de su proyecto de combatir los integrismos ‘generadores de guerra y de violencia’ y que son ‘la enfermedad mortal de nuestro tiempo’ (7). De hecho, después de haber denunciado los abusos dados en el mundo musulmán y en el cristiano (8), Garaudy se propone con esta obra hacer lo propio con el judío.  Concretamente aquí se quiere poner de manifiesto ‘la herejía del sionismo político que consiste en sustituir al Dios de Israel por el Estado de Israel (9). Para Garaudy, este sionismo (que no hay que confundir con la fe judía) es el verdadero enemigo del pueblo hebreo pues, además de fomentar el antisemitismo con sus acciones, falsea la historia sagrada del pueblo judío e incluso los sucesos acaecidos  durante la Segunda Guerra Mundial para su propia finalidad nacionalista. (10).

Por lo tanto, al desenmascarar las mentiras creadas por los sionistas se rompe una lanza a favor del pueblo y de la tradición judía; lucha ésta a todas luces necesaria pues, en palabras de Benjamin Cohen: ‘…Aquellos judíos, hijos de Abraham.  Aquellos judíos víctimas de tantas atrocidades, ¿han podido volverse crueles hasta tal extremo?… El mayor éxito del sionismo es, así pues, éste: la desjudeización… de los judíos.  Haced, queridos amigos, todo lo que esté en vuestras manos para que los Beghin y los Sharon no logren su doble objetivo: la liquidación final (expresión de moda aquí estos días) de los Palestinos como pueblo y de los israelíes como seres humanos’ (11)

En la primera parte del libro, que lleva el título de Los mitos teológicos (págs.  21-34), Garaudy se dedica a cuestionar las supuestas bases religiosas en las que dice apoyarse el sionismo y, de esta forma, justificarse.  Aquí, entre otras cuestiones, se rebate de forma contundente el famoso mito de la ‘tierra prometida’ al pueblo judío dándose el verdadero sentido de la expresión y denunciando, a la vez, su ya pronta utilización política para mayor gloria de las hazañas bélicas del rey David.  Es más, incluso afirma que determinados pasajes del Génesis no dejan de ser ‘un vaticinium ex eventum que se inspira en las conquista davídicas’.

Por otro lado, resulta de lo más interesante el análisis que hace Garaudy de los textos bíblicos utilizados por los sionistas en ese ‘bricolaje histórico’ para dignificar sus proezas en territorio palestino.  Entre otros, cabe destacar aquéllos que hacen referencia a la pureza étnica del pueblo judío y a la prohibición del mestizaje lo cual, dicho sea de paso, sirvió de base a las tan odiadas leyes de Nuremberg dictadas durante el tercer Reich y que son en la actualidad seguidas ad pedem litterae por el Estado de Israel. De hecho, esta actitud es tan escandalosa que acarreó incluso la calificación del sionismo como una ‘forma de racismo y de discriminación racial’ por parte de la ONU (12)..

De todas formas, el núcleo central del libro, y donde  la polémica alcanza su cenit, es la segunda parte en la que, bajo el título de Los mitos del siglo XX (págs.  35-101), se discuten temas que no dejan de ser tabú dentro de la historiografía contemporánea.  Lo primero que se pone de manifiesto es la falsedad del llamado ‘mito del antifascismo sionista’.  Es más, se destacan las afinidades entre nacionalsocialismo y sionismo ya que si bien los primeros querían expulsar a los judíos de Europa, los sionistas anhelaban crear un Estado fuerte y poderoso, una especie de ‘ghetto mundial’ siendo el antisemitismo nazi la ocasión propicia para ello.  De hecho, se muestra cómo los órganos sionistas apoyaron la política de Hitler sobre la cuestión judía intentando incluso hacer pactos con él.  Todo esto, claro está, con las miras puestas en la creación de ese gran Estado en Palestina que albergaría a todos los judíos del mundo.  Pero a  pesar de estas y otras muchas evidencias, siempre hay historiadores ‘oficiales’ empeñados en ocultar los hechos y en crear falsos mitos como, por ejemplo, el decir que la política del tercer Reich era principalmente antijudía y no anticomunista (13).

No obstante, donde la discusión y el escándalo rebosan por doquier es en el apartado dedicado al ‘mito de la justicia de Nuremberg’. Aquí entramos, sin duda alguna, en las páginas que más han contribuido a la condena de la que hemos hecho referencia. Garaudy empieza  con una demoledora y más que convincente crítica del tristemente famoso proceso al cual califica como ‘el último acto de guerra’ (14). Para ello, trae a colación testimonios de algunos que participaron en esa farsa ante la cual su pudor no les permitía sentir otra cosa que vergüenza ; e incluso cita algunos artículos del Estatuto del mencionado tribunal que hablan por sí mismo sobre el leitmotiv  que lo impulsaba. (15).

A continuación, por si no fuese suficientemente ‘peligroso’ lo dicho hasta el momento, el autor, con gran valentía e impulsado por su afán de veracidad histórica, pasa revista a los principales temas de discusión de la literatura revisionista sobre el pretendido holocausto judío bajo el Tercer Reich (16) y que, evidentemente, fueron expuestos, bajo el manto de la más pura veracidad, en el juicio de Nuremberg como pruebas acusatorias contra los inculpados.

En primer lugar se pone en tela de juicio la supuesta orden de Hitler para llevar a cabo el  exterminio [Vernichtung] de los judíos.  No deja de sorprender el que se de por supuesta esa orden y que, en cambio, no haya ni un sólo documento oficial que la ratifique.  Por otro lado, resulta muy tendencioso por parte de algunos historiadores el hablar de una supuesta orden oral o bien, a falta de algo mejor, recurrir a discursos del Führer como el del 30 de enero de 1939 (17) para dar a entender que esa, ¡y no otra!, era la verdadera intención del régimen nacionalsocialista respecto a los judíos.  O peor aún, siempre se puede recurrir a los métodos utilizados en Nuremberg para demostrar lo indemostrable y tener una perfecta excusa para saciar cierta sed de ‘justicia’.

Garaudy, en cambio, sostiene que la única intención de Hitler fue, en todo momento, la expulsión de los judíos de Europa y hace incluso mención del famoso plan nazi de enviarlos a Madagascar y, después de las conquistas alemanas en la región, al este europeo.  Así pues, en palabras del autor, la famosa solución final de la cuestión judía europea [ Endlösung der europäischen Judenfrage] no consistía sino en ‘vaciar Europa de judíos deportándolos en masa a estos campos exteriores’.

Pero esto no es todo ya que Garaudy pone en cuestión, siguiendo con esto a la ya larga tradición revisionista, la existencia del terrible arma homicida: la cámara de gas. (18) Para este fin,  además de ponernos al día sobre las recientes investigaciones que se han estado llevando a cabo y que sembraban la duda sobre este hecho el cual ha servido, como ningún otro, para alimentar el por él llamado ‘Shoah-business’ (19), nos recuerda en qué circunstancias fueron realizadas las declaraciones de Rudolf Höss (comandante de Auschwitz entre los años 1940-1943) en las que afirmaba gaseamientos masivos.  Ante la situación actual Garaudy no puede ser más explícito: ‘Mientras no se lleve a cabo, entre especialistas de igual competencia, un debate científico y público sobre el informe del ingeniero Fred Leuchter, y sobre la pericial contradictoria de Cracovia, efectuada en 1990 a petición de las autoridades del Museo de Auschwitz, y mientras el conjunto de los documentos de los debates sobre las cámaras de gas no sean objeto de una discusión libre, continuarán las dudas e incluso el escepticismo.  Hasta ahora, los únicos elementos esgrimidos contra los contestatarios de la historia oficial, han sido la negativa a discutir, el atentado, la censura y la represión’.(20).

No obstante, quizá lo que más ha herido las conciencias sionistas han sido las despiadadas críticas que Garaudy hace del pretendido Holocausto y del enfermizo y tendencioso afán de otorgarle un lugar único, sin parangón posible, en la historia de la humanidad. (21). De hecho, no sólo se cuestiona la legitimidad de la misma palabra ‘Genocidio’ para designar la suerte de los judíos durante la Segunda Guerra Mundial y la cifra de muertos durante esa época,(22) sino que sostiene que todo esto no ha sido otra cosa que un invento para justificar la existencia del estado de Israel y sus continuas agresiones a la población palestina.

Precisamente es sobre la creación del Estado de Israel y sus peculiares métodos de expansión lo que se presenta como último punto a tratar dentro de este fundamental segundo apartado .  Mencionar aquí simplemente la curiosa ‘ley del retorno’, lo que se llega a hacer para atraer a los judíos a su ‘tierra prometida’ y los métodos poco ortodoxos que se utilizan para hacer creer que Palestina es una tierra poco fértil y deshabitada.  Todo esto, claro está, para fomentar el afán sionista lo cual da total sentido a las palabras del profesor Israel Shahak con las que Garaudy finaliza el capítulo: ‘…Pero me parece que la mayoría del pueblo ha perdido a su Dios, y lo ha sustituido por un ídolo, exactamente como cuando adoraban tanto al becerro de oro en el desierto, al que ofrecieron todo su oro para erigirle una estatua.  El nombre de su ídolo moderno es el Estado de Israel.’ (23)

En el tercer y último capítulo se hace mención, bajo el título de la utilización política del mito (págs.  103-129), del tremendo poder que tienen los lobbys judíos tanto en Estados Unidos como en Francia así como de los curiosos métodos de financiación del Estado de Israel. Por lo que respecta al primer apartado, el autor pone de manifiesto la gran influencia del lobby judío sobre los distintos presidentes americanos (desde Eisenhower a Clinton) y las continuas y cuantiosas donaciones que éstos han hecho a Israel con el fin de financiar su arsenal militar y asegurar así la supremacía bélica de este país sobre sus vecinos árabes.  Por otro lado, y esto resulta del todo escandaloso, se habla de la total sumisión de la política americana a ese poderoso grupo de presión que, dicho sea de paso, fue el verdadero artífice de la creación del Estado de Israel.

Para expresar la enorme influencia que el lobby judío-sionista tiene en el país galo (24), Garaudy apela a una fuente de total garantía: su propia experiencia.  Por ejemplo, hace mención de las censuras a las que se ha visto sometido por parte de los medios de comunicación y del vergonzoso juicio al que fue sometido por condenar la invasión del Líbano.  No obstante, lo escandaloso del caso es tanto la actitud de Chirac incriminando al pueblo francés como la famosa ‘Ley Gayssot’ que prohibe discutir lo dicho en Nuremberg. (25) Por otro lado, resulta chocante la afirmación de Garaudy sobre la curiosa coincidencia de determinados atentados con cariz antisemitas con acciones militares de Israel lo cual no deja de levantar sospechas.  De hecho, ‘el sionismo ha agitado también el fantasma antisemita para hacer creer que existe una amenaza permanente contra Israel y la necesidad de acudir en su auxilio’.

La última parte del capítulo la dedica a hacer un breve repaso de las fuentes de ingresos del Estado de Israel el cual, paradójicamente, gusta de hacerse la víctima indefensa rodeada de poderosísimos países árabes.  Así pues, se habla de las cuantiosas indemnizaciones  recibidas de Alemania y Austria como pago por los judíos que llegaron a Palestina huyendo de las persecuciones nazis y, claro está, del constante apoyo económico y militar de los Estados Unidos.  Todo ello ha contribuido al llamado ‘milagro israelí’ que no es otra cosa que la realización del sueño de todo buen sionista.

Como conclusión, además de exponer las ventajas de la fase mítica en las distintas civilizaciones y de criticar su utilización como instrumento político, Garaudy nos hace un breve resumen de algunas de las tesis sostenidas en el libro enfatizando, claro está, el verdadero significado de la solución final.  Por otro lado, insiste repetidamente en que el objetivo de su obra es denunciar el sionismo y la utilización que éste hace de la tradición judía para sus fines políticos y no, evidentemente, hacer un favor a neonazis y antisemitas.  Todo ello, como manifiesta, en pos de una posible convivencia que haga de Jerusalén ‘lugar de reencuentro de las tres religiones abrahámicas’ .  Objetivo éste que, por desgracia, se ve entorpecido por algunos historiadores ‘oficiales’ que, con claros objetivos sionistas, falsean la historia a fin de perpetuar el odio entre los pueblos e impedir la convivencia pacífica entre árabes y judíos.  Ante  esta situación cabría preguntarse,  como se pregunta el propio Garaudy en diversos momentos de la obra, ¿acaso no fue suficientemente duro y penoso el sufrimiento del pueblo judío durante el Tercer Reich para que se tenga que exagerar de esta forma?  De hecho, y así acaba Garaudy ‘no existe más eficaz requisitoria contra el hitlerismo que el restablecimiento de la verdad histórica.  Es a esto a lo que, con este texto, hemos querido contribuir

Llegados a este punto habría que hacer  una mínima aclaración pues, a pesar de que el libro transpira polémica por cada una de sus páginas, para un lector más o menos familiarizado con la ya ingente literatura revisionista no se dice nada básicamente nuevo.  ¿Cuál es entonces el problema?  ¿Por qué ese juicio y esa condena a Garaudy?  La respuesta sólo puede una: Roger Garaudy no puede ser tachado ni de militante de la tan temida ultra derecha, ni de neonazi y, menos aún, de antisemita.  Entonces, ¿cómo es que alguien, con ese pasado comunista, que siempre ha abogado por la concordia interreligiosa y que cuenta con multitud de amigos judíos, ha podido escribir sobre temas que parecían pertenecer exclusivamente al oscuro ámbito de los movimientos neofascistas?. Si alguien como Garaudy (26) ha hablado sobre estas cuestiones, ¿acaso no puede con ello levantar más de una duda sobre la veracidad de unos hechos tan transcendentales y que marcan nuestra más reciente historia?.  Este es, y no otro, el motivo de la indignación que en ciertos sectores ha levantado la publicación de esta obra.  Una obra que, como ya hemos dicho, está escrita contra el fanatismo religioso y contra toda intolerancia que imposibilite la convivencia pacífica entre los diferentes pueblos.

Así pues, nos encontramos ante un escrito cuyo objetivo bien podría ir de la mano con el de Hans Küng y su emblemático ‘kein Weltfriede ohne Religionsfriede’, es decir, no puede haber paz mundial sin una paz religiosa.  Es más, ésta es condición sine qua non para aquélla. No obstante, aquí tenemos que felicitar a Garaudy por su valentía pues, lejos de moverse, como hace el teólogo suizo, en un mundo ideal en busca de una ética común a las tres religiones abrahámicas (como si los conflictos mundiales y las luchas religiosas tuviesen como origen una falta de conocimiento), se enfrenta a aquéllos que impiden semejante concordia y denuncia abiertamente y sin tapujos sus actitudes y esto es, sin duda alguna, lo que ha provocado tanto su condena como su ostracismo por parte de los medios de comunicación.  Evidentemente, como ya más de uno ha comentado, no deja de ser curioso que Garaudy sea juzgado por sus pensamientos mientras que Rushdie, por atacar a esos ‘salvajes enemigos de la paz mundial’, esté tranquilo en su refugio proporcionado por Occidente. Quizá es que Garaudy haya dicho no una mentira sino algo que no debía decir. En fin, que cada lector juzgue.

NOTAS:

(1)- “Il ne faut pas se demander comment, techniquement, un tel meurtre de masse a été possible.  Il a été possible techniquement puisqu’il a eu lieu.  Tel est le point de départ obligé de toute enquete historique sur ce suject.  Cette vérité, il  nous appartenait de la rappeler simplement: il n’y a pas, il ne peut pas y avoir débat sur l’ existence des cambres gaz. “ (texto extraído de Internet). Declaración firmada por 34 historiadores franceses a instancia de Vidal Naquet y León Poliakov.  Citado por Garaudy (pág.  58).  Como continúa el autor, se trata de tres prohibiciones, tres tabúes, tres limitaciones definitivas (No es preciso preguntarse…El punto de partida obligado… No puede debatirse…)  para la investigación.  Un texto de tal naturaleza marca un hito efectivamente histórico en la historia de la Historia: El hecho que se trata de establecer es admitido, ante cualquier investigación y cualquier crítica, como verdad absoluta e intangible, prohibiendo, por tres imperativos rescisorios, cualquier búsqueda y cualquier crítica a lo que una vez fue, al día siguiente de la victoria, juzgado por los vencedores’ (págs.  59-60)

(2)- Cabe señalar, sin embargo, que el propio autor publicó por su propia cuenta una segunda edición que vio la luz en marzo de 1996.  La edición castellana, que no especifica cuál de las dos ha tomado como base aunque por diversas razones pensamos que es la segunda, ha corrido al cargo de José Luis Jérez Riesco con el título de Los mitos fundacionales del Estado de Israel. Ed.  Historia XXI.  Barcelona 1997(citaremos siempre por esta traducción).  Para un comentario de las dos ediciones del libro así como de sus diferencias véase  el artículo  “An Assessment of the Garaudy / Abbe Pierre Affair”de Robert Faurisson escrito el 1 de Noviembre de 1996 y aparecido en Internet (cfr.  especialmente págs.  1-3)

(3)- Sobre el apoyo recibido por el Abbe Pierre así como la polémica que el estudio de Garaudy ha suscitado cfr.  Faurisson art.  cit.

(4)- Cfr.  El artículo de La Vanguardia del día 28 de Febrero de 1998 donde se nos dice que ‘el fiscal del caso había solicitado inicialmente para Garaudy una multa de 150.000 francos y seis meses de prisión en suspenso, es decir, sin obligación de entrar en prisión’.  Según la sentencia, que se ampara en la famosa ley Gayssot, lejos de limitarse a una crítica del sionismo, Roger Garaudy se ha entregado a una contestación virulenta y sistemática de la gravedad de los crímenes contra la humanidad cometidos contra la comunidad judía. Por otro lado, también se le reprocha el poner en duda la existencia de las cámaras de gas.

(5)-  De hecho, además de su expulsión del Partido Comunista en 1970, por haber dicho que la Unión Soviética no es un país socialista (pág.  13), Garaudy trae a colación  en su obra  (cfr.  especialmente  pág.  72) los diversos problemas que ha tenido cuando ha expuesto su opinión sobre la cuestión sionista.  Mención especial merece el juicio que tuvo en 1982 por condenar la invasión del Líbano y situarla dentro de la política expansionista del Estado de Israel. Cfr.  sobre esta cuestión las págs.  114-8 con especial atención a la 117 donde se explican los detalles de la ‘asfixia mediática’ a la que se ha visto sometido. Como botón de muestra simplemente decir que un autor como Garaudy, que ha publicado en las editoriales más importantes de Francia, tuvo que autoeditar el presente libro.  ( Cfr.  págs.  13 y 117).

(6)- Entrevista publicada en el diario Yerushalayin el día 28 de abril de 1995 y que Garaudy reproduce en las págs.  143-145.  En ella, el profesor Zimmerman, Director del Departamento de Estudios Germanísticos de la Universidad Hebrea de Jerusalén afirma , entre otras cosas, la inexistencia del planes de exterminio por parte de los nazis y, aún peor, llega a hacer un paralelismo entre  éstos y los sionistas.  Ni que decir tiene, claro está, que estas declaraciones causaron una gran polémica: ‘En el periódico israelí Haaretz del 5 de mayo de 1995, un artículo de Dan Margeli amenazaba al profesor Zimmerman con ser expulsado de su cátedra en la Universidad.  La petición estaba apoyada por 79 profesores (miembros del Likud o de los integristas religiosos.)’ Pág.  145.

(7)- Pág.  11.  En la 15 Garaudy dice lo siguiente:  ‘Este libro es la historia de una herejía.  Ésta consiste, en base a una lectura literal y selectiva de la palabra revelada, en hacer de la religión el instrumento sacralizado de una determinada política.  Es una enfermedad mortal de este fin de siglo que ya he definido como Integrismos’. De hecho, su libro titulado Los integrismos Ed.  Gedisa 19922 (ed.  orig. Intégrismes.  Belfond 1990) comienza de la siguiente forma: ‘Todos los integrismos- tecnocráticos, stalinistas, cristianos, judíos o islámicos- constituyen hoy el mayor peligro para el porvenir. Sus víctimas, en una época en que las dos únicas opciones son la mutua destrucción o el diálogo, confinarían a todas las comunidades humanas en sectas fanáticas cerradas en sí mismas y por ende empecinadas en enfrentarse….La definición del término es sin embargo clara: el integrismo consiste en identificar una fe religiosa o política con la forma cultural o institucional que pudo revestir en una época anterior de su historia.  Creer, pues, que se posee una verdad absoluta e imponerla’ (pág.  13 de la traducción castellana la cual tomaremos como referencia para ulteriores citaciones).

(8)- En la pág.  11 de Los mitos fundacionales del Estado de Israel,  Garaudy nos habla de estas obras: ‘Grandeza y decadencia del Islam’, en la que denuncio el epicentro del integrismo musulmán: Arabia Saudita.  Allí tildé al Rey Fahd, cómplice de la invasión americana en el Oriente Medio, como prostituta política que hace del islamismo una enfermedad del Islám.  Dos obras dedicadas al integrismo católico romano que, pretendiendo defender la vida, diserta sobre el embrión, pero se calla cuando 13 millones y medio niños mueren cada año de desnutrición y de hambre víctimas del monoteísmo del mercado impuesto por la dominación americana, cuyos títulos son: ¿Tenemos necesidad de Dios?  y Hacia una guerra de religión

(9)- En Los mitos fundacionales del Estado de Israel,  págs.  15-20 Garaudy describe ese sionismo al que combate y que define como una doctrina política, nacionalista y colonial la cual, para conseguir sus objetivos pretende dar una ‘justificación teológica de las agresiones debido a una lectura integrista de los textos revelados, transformando así el mito en historia’ y haciendo creer que el ‘Estado de Israel sería la respuesta de Dios al Holocausto’. (pág.  12)

(10)- Evidentemente, esta es la tesis que Garaudy defenderá en toda su obra y por la que ha sido condenado. Además de las referencias dadas en la nota anterior, cfr.  también la pág.  120 de la misma obra donde se acusa al sionismo de despertar el fantasma antisemita para dar la típica imagen victimista y justificar de esta forma las agresiones del Estado de Israel a sus vecinos árabes y, en especial, a los palestinos.

(11)- Carta publicada en Le Monde del día 19 de junio de 1982 pág.  9 y citado por Garaudy en Los mitos fundacionales del Estado de Israel,  pág.  19.  A lo largo de esta obra el autor ofrece otros testimonios de judíos denunciando la política sionista.  Cfr.  por ejemplo el de Albert Einstein en 1939 (pág.  18), el del profesor Yeshayahou Leibowitz de la Universidad Hebrea de Jerusalén (pág.  129) o bien la ya mencionada entrevista al profesor Moshé Zimmerman (págs.  143-145).

(12)- El 10 de noviembre de 1975, en sesión plenaria, la ONU consideró que el sionismo era una forma de racismo y de discriminación racial.  Después de la fragmentación de la URSS, los Estados Unidos han actuado bajo cuerda en la ONU y obtuvieron el 16 de diciembre de 1991 la abolición de la justa resolución de 1975.  En lo que respecta a los hechos, nada ha cambiado desde 1975, o mejor dicho: la represión, el genocidio lento del pueblo palestino y la colonización han tomado una amplitud sin precedentes. Los mitos fundacionales del Estado de Israel, pág.  34.

(13)- Uno de estos historiadores es Yehuda Bauer quien sostiene la mencionada tesis en su obra Juifs vendre.  Les negociations entre nazis et juifs 1933-1945.  Ed.  Liana Levi.  París 1996 (ed.  orig. inglesa 1994) y al que Garaudy critica en Los mitos fundacionales del Estado de Israel  ( págs.  45-48).

Por lo que respecta al hecho de que fueron los comunistas, y no los judíos, los verdaderos enemigos a combatir por el Reich, cfr.  Garaudy , opus cit.  Págs.  46, 81, 84 y 88.

(14)- Garaudy, Los mitos fundacionales del Estado de Israel,   pág.  49.  En la pág.  54 el autor nos dice lo siguiente: ‘Ni Churchill, ni Stalin, ni Truman se sentaron en el banquillo de los criminales de guerra.  Además, no se incluyeron en la causa a los autores de los más innobles llamamientos al crimen…el llamamiento a un genocidio, en esta ocasión en el verdadero sentido de la palabra, lanzado en 1942, en el libro del judío americano Theodor Kaufman: Germany must perish [Alemania debe perecer] cuya tesis maestra es la siguiente: Los alemanes (cualesquiera que sean: antinazis, comunistas o incluso filosemitas) no merecen vivir. En consecuencia, al término de la guerra se movilizará a 20.000 médicos para que cada uno esterilice a 25 alemanes o alemanas por día, de tal manera que en tres meses no quede un sólo alemán capaz de reproducirse, y en sesenta años la raza alemana sea totalmente eliminada’.

Líneas más abajo continúa Garaudy con la lista de los no juzgados: ‘Ni los responsables anglo-americanos del bombardeo de Dresde, que causó 200.000 muertos civiles, y sin ningún interés militar, puesto que el ejército soviético había ya cumplido sus objetivos.  Ni siquiera el presidente Truman, responsable del apocalipsis atómico de Hiroshima y Nagasaki que causó 300.000 víctimas civiles, en este caso también sin necesidad militar puesto que la rendición del Japón había sido ya tomada por el Emperador.  Ni Beria ni Stalin, por ejemplo, que achacaron a los alemanes la matanza de los miles de oficiales polacos cometida por ellos en Katyn.’

No obstante, ‘historiadores’ como César Vidal no mencionan estos datos y denuncian, incluso, la falta de dureza del tribunal: ‘En términos comparativos, el destino final de los verdugos fue, jurídica, fáctica y numéricamente, mucho más clemente que el que debían haber recibido y, por supuesto, que el que ellos dispensaron a sus víctimas.  Éstas no contaron, por una razón y otra, con el consuelo de que la mayoría de los nazis responsables directamente de la realización del Holocausto dieran cuenta de sus actos ante la justicia’.  El Holocausto.  Altaya, 1996, pág.  160 (la primera edición es de 1995 y fue publicada por Alianza Editorial).  Cfr.  también comentarios similares en la página 155 de la mencionada edición.

(15)- Una crítica a este circo montado por los vencedores puede encontrarse también en su obra Los integrismos, ed.  cit., págs.  122-123.

(16)- La bibliografía acerca de lo que se ha venido a llamar el ‘revisionismo histórico sobre el Holocausto judío’ es, hoy día, prácticamente inabarcable.  Decir, simplemente, que el iniciador de esta corriente historiográfica fue el socialista francés Paul Rassiner quien , en la temprana fecha de 1948, escribió la obra Le passage de la ligne (El paso de la línea) donde relata sus experiencias en diversos campos de concentración y donde se rebaten ya algunos de los mitos creados durante la guerra.  Para una crítica a algunos de estos autores (más dudoso es que sea a sus argumentos) cfr.  la obra de César Vidal, La revisión del Holocausto, Anaya & Mario Muchnik, 1994.  Por otro lado, quien sea amante de la polémicas puede consultar con éxito el suculento libro de Enrique Aynat, El Holocauto a debate. Respuesta a César Vidal, Valencia, 1995 en cuyo interior (págs.  12-17) puede encontrarse una más que decente selección de obras de temática revisionista.

(17)- Las famosas palabras de Hitler, a las que más de uno se agarra a falta de algo mejor, fueron pronunciadas en el Reichstag durante el ya habitual discurso de conmemoración de la subida al poder del NSDAP: ‘Si los medios judíos internacionales de las finanzas en el interior y en el exterior de Europa hubieran logrado despertar una nueva fe de los pueblos en una guerra mundial, el resultado no sería la bolchevización de la tierra con el corolario de la victoria del judaísmo, sino el aniquilamiento  de la raza judía de Europa…’ Citado por Garaudy en Los mitos fundacionales del estado de Israel , pág.  51. El texto en  alemán es el siguiente: «…Wenn es dem internationalen Finanzjudentum inner- und außerhalb Europas gelingen sollte, die Völker noch einmal in eine Weltkrieg zu stürtzen, dann wird das Ergebnis nicht die Bolschewisierung der Erde und damit der Sieg des Judentums sein, sondern die Vernichtung der jüdischen Rasse in Europa!…»

Para una discusión sobre el tema, abarcando también la supuesta orden de Himmler, cfr.  César Vidal, La revisión del Holocausto, ed.  cit., págs.  36-44 y la respuesta de Aynat, opus cit., págs.  53-64.

(18)- La cuestión relativa a la existencia de las cámaras de gas constituye, sin duda alguna, el caballo de batalla entre aquellos que defienden la magnitud cuantitativa y cualitativa del Holocausto y los revisionistas.  Sobre esta temática cfr.  César Vidal, La revisión del Holocausto, ed.  cit., págs.  45-49 (muy pocas páginas para el tema central del revisionismo máxime cuando la intención de la obra es rebatir a los revisionistas) y la respuesta de Aynat, opus cit., págs.  71-82. Por lo que respecta a Garaudy, cfr. , por ejemplo, Los mitos fundacionales del Estado de Israel, pág.  68 donde se muestran testimonios a favor y en contra de la existencia de las mortíferas cámaras.  El problema es que, como muy bien dice, ‘a falta de pruebas o documentos irrecusables, el Tribunal ‘de Nuremberg debió fundarse en testimonios.’ No obstante, continúa, ‘los supervivientes, llamados como testigos y que han autentificado la existencia de cámaras de gas, lo han hecho no según lo que ellos habían visto, sino según lo que habían oído decir.’ Cfr.  también la página 71 donde se reproducen sospechosas declaraciones sobre la existencia de semejantes cámaras.

En lo referente a la famosa cámara de gas de Dachau (la única que se mostró en la película que se pasó durante el juicio de Nuremberg) cfr.  las págs.  68, 87 y 89 donde Garaudy recoge opiniones contrarias a su utilización.  Cabe destacar aquí el testimonio del Sr. Bronzat, en nombre del Instituto de Historia Contemporánea de Munich, de obediencia sionista, en el diario izquierdista Die Zeit (26 de agosto de 1960): ‘La cámara de gas de Dachau nunca fue terminada y jamás funcionó.’.

Para más desmentidos sobre afirmaciones propias de la propaganda de guerra cfr.  la página 76 donde Garaudy echa por tierra el mito de las cámaras de gas ambulantes ( cuestión ésta que aún mantienen ‘historiadores’ como César Vidal) y el del jabón fabricado con grasa humana (hecho que ha sido desmentido incluso también por el famoso centro Simon Wiesenthal).

(19)- Quizá no haya mejor muestra de ello que el famoso Diario de Ana Frank sobre el que Garaudy habla en Los mitos fundacionales del Estado de Israel,  págs.  74-75 y donde expone las investigaciones llevadas a cabo por el historiador David Irving.  Como dice Garaudy, ‘la novela, maravillosamente conmovedora, suplanta lo real, y una vez más el mito se transforma en Historia’.  Sobre esta delicada cuestión cfr.  César Vidal, La revisión del Holocausto, ed.  cit., págs.  98-105 y Enrique Aynat, opus cit., págs.  121-135.

(20)- Los mitos fundacionales del Estado de Israel, pág.  80.  Cfr.  también las páginas 70-71 donde se expone el escandaloso caso del historiador Henri Roques a quien se le retiró el título de ‘Doctor’ por desmentir, en su tesis, la veracidad del informe Gerstein; o bien el texto comentado en la nota 1.  Por otro lado, en la página 82 Garaudy escribe, dando ejemplos de su propia experiencia que ‘a los historiadores críticos no se les ha opuesto ninguna refutación crítica, ninguna discusión científica contradictoria: sólo les han opuesto, en el mejor de los casos, el silencio y, en el peor, la represión’.

(21)- Respecto a la cuestión de la unicidad o no del Holocausto judío durante la época nazi, tema que centró la famosa Historikerstreit en 1986, y que va relacionado tanto con el tema de la culpabilidad alemana como con el del victimismo judío cfr.  Los mitos fundacionales del Estado de Israel, pág.  88 donde Garaudy dice que: “en 1980, por primera vez, el carácter excepcional de la matanza de los judíos fue puesto en tela de juicio por un célebre periodista, Boaz Evron: ..”  como si fuese la cosa más lógica, a cada huésped de honor se le lleva en una visita obligada a Yad Vashem…para hacerle comprender los sentimientos y la culpabilidad que de él se esperan.  Considerando que el mundo nos odia y nos persigue, nos creemos exentos de la necesidad de ser responsables de nuestros actos según su punto de vista…No se puede separar a la clase dirigente de un país de su propaganda política, pues ésta se presenta como una parte de su realidad.  De esta forma, los gobiernos actúan en un mundo poblado de mitos y de monstruos que ellos mismos han creado”.

Una muestra clara de esta política es el jocoso artículo aparecido en El País el día 18 de marzo de 1998 (pág.  2) donde se informa que el Jefe del gobierno israelí Benjamin Netanyahu suspendió la cena oficial con Robin Cook (ministro de asustos exteriores británico), ‘por la visita que éste realizó horas antes, en medio de las protestas de los colonos y ultraderechistas, al asentamiento judío de Har Homa, donde se entrevistó con dirigentes palestinos desobedeciendo las consignas impartidas por el Ejército hebreo con respecto a su programa de viaje’.  Más abajo, por si no fuese suficiente, se nos dice que Israel había pedido al señor Cook que ‘se sometiera al recorrido habitual en este tipo de viajes oficiales, que suele iniciarse en el Museo del Holocausto en Jerusalén.’

Por otro lado, no tienen desperdicio las siguientes frases que se encuentran en Los integrismos , ed.  cit., pág.  125.  ‘Dándose por sentado que Hitler, responsable de la muerte de sesenta millones de muertos en el mundo durante la Segunda Guerra Mundial, no cometió, según la ley, crímenes contra la humanidad sino contra los judíos.  El flagelo nazi no era otra cosa que un inmenso progrom.  Todos sus demás crímenes entran en el trivializado derecho común de los ‘crímenes de guerra’, para los cuales incluso hay prescripción , según la ley del 26 de diciembre de 1964.  La historia oficial exige que a partir de ahora respetemos este dogma.  Los estudiosos e investigadores deberán atenerse a esta vulgata sacrosanta.’

No obstante, ‘historiadores’ como César Vidal se empeñan en mantener el mito de la unicidad del sufrimiento judío: ‘Si cualitativamente la situación de los judíos fue, por regla general, peor que la de otros reclusos del nazismo ya sometidos a un régimen horriblemente inhumano, cuantitativa y proporcionalmente también su destino fue peor’ El Holocausto, ed.  cit., pág.  161.  En la 163, al presentar el número de víctimas judías, tiene el atrevimiento y la desvergüenza de matizar que ‘ciertamente, tal hecho no admite parangón alguno con otros episodios aparentemente similares en la historia.’  (La negrita es nuestra).  Pero estas afirmaciones no son nuevas en él ya que en su obra La revisión del Holocausto, además de criticar fuertemente a quienes no opinan como él, llega a afirmar en la página 154 que ‘por sus propias características, y aunque la historia de la humanidad no se encuentra de abundantes testimonios de barbarie y brutalidad, el Holocausto constituye un ejemplo excepcional de abyección sin parangón’.  En términos similares se expresa en las páginas 53, 79, 80, 167 y 168.  Ni que decir tiene que nadie ha juzgado a este personaje por insultar de esta manera tan grosera a los cientos de millones de personas masacradas, por poner un ejemplo, en América, Asia y África para el progreso y la gloria europea.  Sobre esto cfr.  los irónicos comentarios de Garaudy en opus cit., pág.  82.  En esta página y en la siguiente se menciona el verdadero motivo de toda esta maniobra publicitaria: ‘El mito era ventajoso para todos: hablar del mayor genocidio de la historia era, para los colonialistas occidentales, intentar olvidar sus propios crímenes (la diezma de los Indios de América y la trata de esclavos africanos), para Stalin, borrar sus represiones salvajes’.  También, claro está, había que correr un tupido velo sobre bombardeos como el de Dresde o el de Hiroshima y Nagasaki.

(22)- En Los mitos fundacionales del Estado de Israel, pág.  57 Garaudy nos habla de cómo el ‘mito de los 6 millones de judíos exterminados’ se ha convertido en dogma y se ha sacralizado para justificar así la política expansionista del Estado de Israel. Además, en la pág.  59 así como en otras a lo largo de su escrito, Garaudy trae a colación el hecho más que significativo de la retirada de la famosa inscripción que había en Auschwitz-Birkenau y donde se decía que allí habían muerto 4 millones de personas.  Desde el año 1994 hay otra placa indicando que el número de muertos fue de alrededor de un millón y medio. No obstante, Garaudy ya había puesto en tela de juicio el número de muertos en Auschwitz en Los integrismos, ed.  cit., pág.  122.

(23)- Israel Shahak, Le racisme de l’ Etat d´Israël, pág.  93.  Citado por Garaudy en Los mitos fundacionales del Estado de Israel, pág.  101.

(24)- Cfr.  sobre esto las palabras de Garaudy en Los mitos fundacionales del Estado de Israel: ‘La potencia mediática del lobby, cuyo centro dirigente hoy está dirigido por la L.I.C.R.A. (Liga Internacional Contra el Racismo y el Antisemitismo), es tal que puede manipular a la opinión pública a su antojo: mientras que la población judía en Francia constituye alrededor del 2% del pueblo francés, el sionismo reina sobre la mayoría de los dirigentes políticos de los media, en la televisión y en la radio, en la prensa escrita, tanto si si trata de diarios o de semanarios, en el cine, sobre todo con la invasión de Hollywood, e incluso las editoriales (a través de los comités de lectura donde pueden imponer el veto) están en sus manos, igual que la publicidad, que mantiene la financiación de los media.’  (Pág.  114) Por otro lado, en Los integrismos ed.  cit., pág.  125, podemos leer lo siguiente: ‘Ahora, gracias a una nueva ley perversa, que agrava la anterior al otorgar el ‘derecho a réplica’ sólo a ciertas organizaciones -artículo 7 de la ley de 1990-, la L.I.C.R.A. tendrá derecho a decir quién es antisemita y quién no, y de entablar pleito a cualquiera en nombre de esa definición.’

(25)- Esta ley, también llamada Ley Fabius, es de mayo de 1990 y, como comenta Garaudy en la página 17 de Los mitos fundacionales del Estado de Israel, consiste en intercalar el la Ley de Libertad de Prensa de 1881, un artículo 24 bis que dice: ‘ Serán castigados con las penas previstas en le párrafo 6 del artículo 24, los que hubieran puesto en duda… la existencia de uno o varios crímenes contra la humanidad tal y como fueron definidos por el artículo 6 del Estatuto del Tribunal Militar Internacional incorporado al acuerdo de Londres del 8 de agosto de 1945. Sobre la ley Gayssot cfr.  también  Los integrismos, ed.  cit., págs.  121-123.

(26)-Para ver lo ‘nazi’ y lo ‘antisemita’ que es Roger Garaudy puede ser interesante la bibliografía que de y sobre él se recoge en Los integrismos, ed.  cit., págs.  151-157.  También, dicho sea de paso, pueden ser reveladoras las palabras dichas dentro del último capítulo de la obra mencionada: ‘El integrismo religioso o político nace siempre de una frustración ante la soledad y la sinrazón de un mundo sin objetivos.  Los hombres, desesperados y sin porvenir son presa de todos los nihilismos ante presuntos valores que ya no dan coherencia ni significado a la vida; son presa también de mesianismos, de falsos mesías que prometen un reino de Dios, no importa cuál Dios.  Entonces se produce la tranquilizadora chatura de los desfiles masivos, con antorchas, en Nuremberg, para quemar libros como símbolos de falsas sabidurías que conducían a la nada, y celebrar los viejos mitos y los ritos guerreros del Dios Wotan.  No podemos escapar a las falsas respuestas de los integrismos salvo despertando a los hombres ante el sentido de las verdaderas preguntas.  No sólo la de un orden social, económico y político que brinde a cada cual la posibilidad de desarrollar plenamente las riquezas que porta en sí mismo, sino también la de los postulados sobre los cuales reposa dicho orden, y que constituyen la matriz de toda visión religiosa del mundo’ (pág.  148) O bien, simplemente, la pág.  115 de Los mitos fundacionales del Estado de Israel donde, además de recordarnos sus estrechos vínculos con la cultura judía, afirma que ‘nuestra lucha contra el sionismo político es, pues, inseparable de nuestra lucha contra el antisemitismo.’

¿POR QUÉ ESTE LIBRO?

Este libro está dividido en cuatro partes. Los enlaces a cada uno de ellas se encuentran al final de cada página

Los integrismos, generadores de guerra y violencia, son la enfermedad mortal de nuestro tiempo. Este libro forma parte de una trilogía que he dedicado a combatirlos:

Grandeza y decadencia del Islam, en la que denuncio el epicentro del integrismo musulmán: Arabia Saudita. Allí tildé al Rey Fahd, cómplice de la invasión americana en el Oriente Medio, como prostituta política, que hace del islamismo una enfermedad del Islam.

Dos obras dedicadas al integrismo católico romano que, pretendiendo defender la vida, diserta sobre el embrión, pero se calla cuando 13 millones y medio de niños mueren cada año de desnutrición y de hambre víctimas del monoteísmo del mercado impuesto por la dominación americana, cuyos títulos son: ¿Tenemos necesidad de Dios? y ¿Hacia una guerra de religión?.

La tercera obra del tríptico: Los mitos fundacionales del Estado de Israel, denuncia la herejía del sionismo político que consiste en sustituir al Dios de Israel por el Estado de Israel, portaaviones nuclear e insumergible de los maestros provisionales del mundo: los Estados Unidos, que pretenden apoderarse del petróleo de Oriente Medio, nervio del desarrollo occidental. (Modelo de crecimiento que, por mediación del Fondo Monetario Internacional (F.M.I.), le cuesta al Tercer Mundo el equivalente en muertos a los de Hiroshima cada dos días).

Desde Lord Balfour, quien declaraba, al tiempo que entregaba a los sionistas un país que no les pertenecía: Poco importa el sistema que adoptemos para conservar el petróleo de Oriente Medio. Es fundamental que este petróleo permanezca accesible (1), hasta el Secretario de Estado norteamericano, Cordell Hull quien opinaba: Es preciso comprender bien que el petróleo de Arabia Saudita constituye una de las más poderosas palancas del mundo (2), una idéntica política asigna la misma misión a los dirigentes sionistas israelíes. Joseph Luns, antiguo Secretario General de la O.T.A.N. la ha definido así: Israel ha sido el mercenario menos costoso de nuestra época moderna (3). Un mercenario sin embargo bien retribuido puesto que, por ejemplo, de 1951 a 1959, 2 millones de israelíes percibieron, por cabeza, cien veces más que 2 millones de habitantes del Tercer Mundo. Es además un mercenario bien protegido, ya que de 1972 a 1996, los Estados Unidos han ejercido treinta veces su derecho de veto en las Naciones Unidas a cualquier condena a Israel, al mismo tiempo que sus dirigentes aplicaban su programa de desintegración a todos los Estados de Oriente Medio. Programa publicado por la revista Kivounim (Orientaciones) en su n· 4, de febrero de 1982, páginas 50 a 59, durante la época de la invasión del Líbano. Esta política descansa, gracias al apoyo incondicional de los Estados Unidos, en la consigna de que la ley internacional es un papel mojado (Ben Gourion) y que por ejemplo, las resoluciones 242 y 338 de las Naciones Unidas, que exigen que Israel se retire de Cisjordania y de los altos del Golán, están destinadas a quedar en letra muerta, lo mismo que la condena unánime por la anexión de Jerusalén, condena que los Estados Unidos votaron, aunque excluyendo cualquier sanción.

Una política tan inconfesable en su fondo exige el desenmascarar el disfraz que mi libro trata de desvelar.

En primer lugar, una pretendida justificación teológica de las agresiones debido a una lectura integrista de los textos revelados, transformando así el mito en historia. El grandioso símbolo de la sumisión incondicional de Abraham a la voluntad de Dios y su bendición a todas las familias de la tierra, se transforma en lo contrario, la tierra conquistada se convierte en tierra prometida, como pasa en todos los pueblos de Oriente Medio, desde Mesopotamia a los Hititas hasta llegar a Egipto.

Lo mismo puede decirse del Exodo, ese símbolo eterno de la liberación de los pueblos contra la opresión y la tiranía, invocado tanto por el Corán como por los actuales teólogos de la liberación. Al tiempo que esta consigna es válida para todos los pueblos fieles a la voluntad de un Dios Universal, en este caso concreto se transforma en milagro único y en el privilegio otorgado por un Dios partidista y parcial a un pueblo elegido. Lo mismo sucede en todas las religiones tribales y todos los nacionalismos, que pretenden ser el pueblo elegido, cuya misión sería cumplir la voluntad de Dios. Así es Gesta Dei per Francos, para los franceses, Gott mit uns, para los alemanes y In God we trust para los americanos, blasfemia inscrita en cada dólar, dios todopoderoso del monoteísmo del dinero y del mercado.

Y por último una mitología más moderna: la del Estado de Israel que sería la respuesta de Dios al Holocausto, como si Israel fuera el único refugio de las víctimas de la barbarie de Hitler, cuando el propio Isaac Shamir (quien ofreció su alianza a Hitler hasta su detención por los ingleses, por colaboración con el enemigo y por terrorismo) escribe: Al contrario de la opinión común, la mayor parte de los inmigrantes israelíes no son los restos supervivientes del Holocausto, sino judíos de paises árabes, indígenas de la región (4).

Era necesario inflar las cifras de las víctimas. Por ejemplo, la placa conmemorativa del monumento de Auschwitz decía, en diecinueve lenguas, hasta 1994: 4 millones de víctimas. Las nuevas lápidas proclaman hoy: alrededor de un millón y medio. Era preciso hacer creer, con el mito de los 6 millones, que la humanidad había asistido allí al mayor genocidio de la historia, olvidando a los 60 millones de indios de América, a los 100 millones de negros, olvidando incluso Hiroshima y Nagasaki y los 50 millones de muertos de la Segunda Guerra Mundial, entre ellos 17 millones de eslavos; como si el hitlerismo no hubiese sido más que un vasto progrom y no un crimen contra toda la humanidad ¿Se es antisemita por decir que los judíos han sido muy duramente golpeados, pero que no fueron los únicos, cuando la televisión no habla más que de aquellas víctimas pero no recuerda a las demás?

Además, para completar el camuflaje, se hacía imprescindible poner un nombre teológico: Holocausto ; así se da un carácter de sacrificio a estas matanzas reales, y se pueden incluir de alguna manera, dentro de un plan divino, como por ejemplo, la crucifixión de Jesús.

Mi libro no tiene más objeto que el de denunciar el camuflaje ideológico de una política, que impida que se la confunda con la gran tradición de los profetas de Israel. Junto a mi amigo Bernard Lecache, fundador de la L. I. C. A. (que más tarde se convirtió en L.I.C.R.A. ), deportado en el mismo campo de concentración que yo, enseñábamos en los cursos nocturnos, a nuestros compañeros, la grandeza, el universalismo y la potencia liberadora de estos profetas judíos.

Nunca dejé de ser fiel a este mensaje profético, ni siquiera durante mis treinta y cinco años de militancia en el Partido Comunista, donde llegué a ser miembro de su Comité Central político y de donde fui excluido, en 1970, por haber dicho, que: la Unión Soviética no es un país socialista. Al igual que digo hoy: la teología de la dominación de la Curia romana no es fiel a Cristo; el Islamismo traiciona al Islam, y el sionismo político se halla en las antípodas del gran profetismo judío.

Ya en tiempos de la guerra del Líbano, en 1982, el Padre Lelong, el Pastor Matthiot, Jacques Fauvet y yo fuimos llevados a los tribunales por la L.I.C.R.A., por haber dicho, en Le Monde del 17 de junio de 1982, con el beneplácito de su director, que la invasión del Líbano estaba dentro de la lógica del sionismo político. El Tribunal de París, en el juicio celebrado el 24 de marzo de 1983, confirmada ya la sentencia en la apelación y posteriormente en el Tribunal de Casación, decía que considerando que se trata de la crítica lícita de la política de un Estado y de la ideología que le inspira, y no de una provocación racial se desestiman todas las peticiones (de la L.I.C.R.A.) y se la condena con expresa imposición de costas. El presente libro es estrictamente fiel a nuestra crítica política e ideológica de entonces, a pesar de que la perversa ley del comunista Gayssot haya querido reforzar, desde entonces, la represión contra la libertad de expresión haciendo del Juicio de Nuremberg el criterio de la verdad histórica e instituyendo un delito de opinión. A este proyecto de ley se opuso, en la Asamblea Nacional de entonces, el actual Ministro de Justicia.

Pensamos aportar una contribución a la lucha por una paz verdadera, basada en el respeto a la verdad y en la ley internacional.

Valerosamente, en el propio Israel, quedan judíos fieles a sus profetas, los nuevos historiadores de la Universidad Hebraica de Jerusalén y los partidarios israelíes de una paz justa que tras la revelación de su malignidad se interrogan preocupados por la política del Estado de Israel y por la paz del mundo sobre los mitos del sionismo político que han llevado a los asesinatos cometidos por Baruch Goldstein en Hebrón y por Ygal Amir contra el Primer Ministro Ytzhak Rabin.

El terrorismo intelectual de un lobby ya denunciado por el General De Gaulle por su excesiva influencia sobre la información me ha obligado en Francia a realizar una prepublicación de este texto en un número especial fuera del circuito comercial, reservado a los abonados de una revista. Este hecho, expresión de la situación en el país vecino, parece haber llamado mucho más la atención de los comentaristas que el propio contenido de mi texto.

Lo publiqué yo mismo, bajo mi única responsabilidad, en forma de Samizdat, en el sentido estricto del término que en ruso significa: editado por el autor.

Este libro ha sido ya traducido y está en curso de publicarse en Estados Unidos, Italia, Líbano, Turquía y Brasil.

Contra las mitologías descarriadas, ésta será una nueva contribución a la historia crítica del mundo contemporáneo.

Roger Garaudy

INTRODUCCIÓN

Este libro es la historia de una herejía. Esta consiste, en base a una lectura literal y selectiva de la palabra revelada, en hacer de la religión el instrumento sacralizado de una determinada política. Es una enfermedad mortal de este fin de siglo que ya he definido como Integrismos. He intentado combatirlos en los libros citados antes de esta introducción. En ellos dije cosas que no gustaron como: El islamismo es una enfermedad del Islam (Grandeur et décadences de l’lslam) o El Cristo de Pablo no es Jesús (Vers une guerre de religion).

Los combato hoy entre los judíos con este libro, con el riesgo de atraerme las iras de los israelí-sionistas a quienes tampoco les agradó que el Rabino Hirsh les recordara que: El sionismo quiere definir al pueblo judío como una entidad nacional Esto es una herejía (5).

¿Qué es el sionismo al que denuncio en mi libro (y no a la fe judía)?

Se define frecuentemente por sí mismo:

1· Es una doctrina política (Desde 1896, sionismo se refiere al movimiento político fundado por Théodore Herzl (6).

2· Es una doctrina nacionalista que no ha nacido del judaísmo sino del nacionalismo europeo del siglo XIX. El fundador del sionismo político, Herzl, no apelaba a la religión: No obedezco a un impulso religioso (7), Soy un agnóstico.

Lo que le interesa, no es particularmente la tierra santa; acepta de buen grado, para sus objetivos nacionalistas, Uganda o Libia, Chipre o Argentina, Mozambique o el Congo (8). Pero ante la oposición de sus amigos de fe judía, toma conciencia de la importancia de la poderosa leyenda (mighty legend) como él dice (9) que constituye una llamada de reunión de una irresistible fuerza (10).

Es un slogan movilizador que este eminente político realista no podía ignorar. De esta manera proclama, transformando la poderosa leyenda del retorno en realidad histórica: Palestina es nuestra inolvidable patria histórica este solo nombre sería un grito de reunión poderoso para nuestro pueblo (11). La cuestión judía no es para mí ni una cuestión social, ni una cuestión religiosa , es una cuestión nacional.

3· Es una doctrina colonial. A este respecto el lúcido Théodore Herzl no oculta sus objetivos: como primera etapa, realizar una Compañía a la carta, bajo la protección de Inglaterra o de cualquier otra potencia, a la espera de hacer el Estado judío.

Por ello se dirige a quien se había revelado como el maestro en este tipo de operaciones: el traficante colonial Cecil Rhodes, que, de su Compañía a la carta, supo hacer una Africa del Sur, dando a una de las tierras integrantes su propio nombre: Rhodesia. Herzl le escribió, el 11 de enero de 1902: Le ruego que me envíe un texto en el que diga que ha examinado mi plan y que lo aprueba. Si se pregunta por qué me dirijo a Vd., Sr. Rhodes, le diré que es porque mi programa es un plan colonial (12). Doctrina política, nacionalista y colonial, tales son las tres características que definen al sionismo político tal y como triunfó en el Congreso de Basilea, en agosto de 1897. Théodore Herzl, su genial fundador, pudo decir, con justa razón al término de este Congreso: He fundado el Estado judío (13).

Medio siglo más tarde es en efecto esta política la que aplicarán escrupulosamente sus discípulos al crear, según sus métodos y siguiendo su línea política, el Estado de Israel (inmediatamente después de la Segunda Guerra Mundial). Pero esta empresa política, nacionalista y colonial, no tenía nada de la proyección de la fe y la espiritualidad judías. Al tiempo del Congreso de Basilea que no pudo celebrarse en Munich (como lo había previsto Herzl) por la oposición de la comunidad judía alemana, se celebraba en América la Conferencia de Montreal (1897) donde, a propuesta del Rabino Isaac Meyer Wise, la personalidad judía más representativa de la América de entonces, se votó una moción que se oponía radicalmente a dos lecturas de la Biblia, la lectura política y tribal del sionismo y la lectura espiritual y universalista de los Profetas. Desaprobamos completamente cualquier iniciativa tendente a la creación de un Estado judío. Tentativas de este género ponen en evidencia una concepción errónea de la misión de Israel que los Profetas judíos fueron los primeros en proclamar Afirmamos que el objetivo del judaísmo no es ni político, ni nacional, sino espiritual Apunta hacia una época mesiánica en la que todos los hombres reconocerán pertenecer a una sola gran comunidad para el establecimiento del Reino de Dios sobre la tierra (14).

Esta fue la primera reacción de las organizaciones judías desde La Asociación de los rabinos de Alemania, hasta la Alianza Israelita Universal de Francia, la Israelitische Allianz de Austria, al igual que las Asociaciones judías de Londres.

Esta oposición al sionismo político, inspirado por el vínculo a la espiritualidad de la fe judía, no ha cesado de expresarse. A continuación de la Segunda Guerra Mundial, se aprovechó en la ONU, la rivalidad entre las naciones, y sobre todo el apoyo incondicional de los Estados Unidos, para que el sionismo israelí se impusiera como fuerza dominante y, gracias a sus lobbies, invirtió la tendencia e hizo triunfar la política israelí-sionista de poder, contra la admirable tradición profética. Sin embargo no logró acallar la crítica de los grandes místicos. Martin Buber, una de las más grandes voces judías de este siglo, no cesó, hasta su muerte en Israel, de denunciar la degeneración e incluso la conversión del sionismo religioso en sionismo político.

Martin Buber declaraba en Nueva York: El sentimiento que me embargaba, hace sesenta años, cuando entré en el movimiento sionista, es esencialmente el que siento hoy Esperaba que este nacionalismo no siguiera el camino de otros que comienzan por una gran esperanza y se degradan posteriormente hasta convertirse en un egoismo sagrado, que osan incluso, como el de Mussolini, proclamarse como sacro egoísmo, como si el egoísmo colectivo pudiera ser más sagrado que el egoísmo individual. Cuando regresamos a Palestina, la cuestión era:¿Quiere Vd. venir aquí como un amigo, un hermano, un miembro de la comunidad de pueblos de Oriente Próximo, o como el representante del colonialismo y del imperialismo? La contradicción entre el fin y los medios a alcanzar ha dividido a los sionistas: unos querían recibir de las Grandes Potencias privilegios políticos particulares, otros, sobre todo los jóvenes querían solamente que se les permitiera trabajar en Palestina con sus vecinos,para Palestina y para el porvenir

No siempre fueron perfectas nuestras relaciones con los árabes, pero existía, en términos generales, una buena vecindad entre el pueblo judío y el pueblo árabe. Esta fase orgánica del establecimiento en Palestina perduró hasta la época de Hitler.

Fue Hitler quien empujó a las masas de judíos a venir a Palestina. De esta forma, a un desarrollo orgánico selectivo se sucedió una inmigración de masas con la necesidad de encontrar una fuerza política para su seguridad La mayoría de los judíos prefirió aprender de Hitler que de nosotros Hitler ha enseñado que la historia no sigue el camino del espíritu, sino el del poder, y que cuando un pueblo es lo suficientemente fuerte, puede matar con impunidad Esta es la situación que nosotros teníamos que combatir En el Ihud propusimos que judíos y árabes no se contentaran con coexistir sino en cooperar Ello haría posible un desarrollo económico de Oriente Próximo, gracias al cual Oriente Medio podría aportar una gran y esencial contribución al futuro de la humanidad (15).

Dirigiéndose al XII Congreso Sionista celebrado en Karlsbad, el 5 de septiembre de 1921, decía: Nosotros hablamos del espíritu de Israel y creemos que no es parecido al de las demás naciones Pero si el espíritu de Israel no es más que la síntesis de nuestra identidad nacional, nada más que una bella justificación de nuestro egoísmo colectivo transformado en idolo, nosotros, que hemos rehusado aceptar cualquier otro príncipe que no sea el Señor del Universo, entonces somos como el resto de las naciones y bebemos con ellos en la copa que les embriaga. La nación no es el valor supremo Los judíos son más que una nación: son los miembros de una comunidad de fe. La religión judía ha sido desarraigada, y ésta es la esencia de la enfermedad cuyo síntoma fue el nacimiento del nacionalismo judío a mediados del siglo XIX. Esta forma nueva del deseo de la tierra es el trasfondo que marca lo que el judaísmo nacional moderno ha tomado en préstamo del nacionalismo moderno de Occidente ¿Qué tiene que ver en todo esto la idea de la elección de Israel? La elección no designa un sentimiento de superioridad sino un sentido de destino. Este sentimiento no nace de una comparación con los demás, sino de una vocación y de una responsabilidad de cumplir la tarea que los Profetas no han cesado de recordarnos: si os vanagloriáis de ser los escogidos en lugar de vivir en la obediencia a Dios, cometeis una felonía.

Evocando esta crisis nacionalista del sionismo político que es una perversión de la espiritualidad del judaísmo, concluía:

Esperamos salvar al nacionalismo judío del error de hacer de un pueblo un ídolo. Si no lo logramos habremos fracasado (16).

El profesor Judas Magner, Presidente de la Universidad Hebraica de Jerusalén desde 1926, consideraba que el Programa de Biltmore de 1942, que exigía la creación de un Estado Judío en Palestina conduciría a la guerra contra los árabes (17). Al pronunciar, en la reapertura de 1946, el discurso inaugural de esta Universidad Hebraica de Jerusalén que presidía desde hacía veinte años, decía: La nueva voz judía habla por la boca de los fusiles Así es la nueva Thora de la tierra de Israel. El mundo ha sido encadenado a la locura de la fuerza física. El cielo nos proteja de encadenar ahora al judaísmo y al pueblo de Israel a esta locura. Es un judaísmo pagano el que ha conquistado una gran parte de la poderosa Diáspora. Nosotros habíamos pensado, en los tiempos del sionismo romántico, que Sión debía ser redimido por la rectitud. Todos los judíos de América llevan consigo la responsabilidad de esta falta, de esta mutación incluso aquellos que no están de acuerdo con las artimañas de la dirección pagana, pero que permanecen sentados, con los brazos cruzados. La anestesia del sentido moral conduce a su atrofia (18).

En América desde la Declaración de Biltmore, los dirigentes sionistas tendrán en lo sucesivo a Estados Unidos como su más poderoso protector. La Organización sionista mundial barrió la oposición de los judíos fieles a las tradiciones espirituales de los Profetas de Israel, y exigió la creación, no ya de un hogar nacional judío en Palestina, según los términos de la Declaración Balfour de la guerra precedente, sino la creación de un Estado judío de Palestina.

En 1938 Albert Einstein condenó esta orientación: Sería más razonable alcanzar un acuerdo con los árabes sobre la base de una vida común pacífica que crear un Estado judío La conciencia que tengo de la naturaleza esencial del judaísmo tropieza con la idea de un Estado judío dotado de fronteras, con un ejército, y con un proyecto de poder temporal, por modesto que sea. Temo los perjuicios internos que el judaísmo sufrirá en razón del desarrollo en nuestras filas, de un nacionalismo estrecho Nosotros no somos ya los judíos de la época de los Macabeos. Volver a ser una nación, en el sentido político del término, equivaldría a apartarse de la espiritualidad de nuestra comunidad que hemos recibido del genio de nuestros Profetas (19).

En cada violación del Derecho Internacional por Israel, no han dejado de oirse las protestas. Citaremos dos ejemplos en donde se dijo en voz alta lo que millones de judíos piensan (aunque sin poder decirlo públicamente por estar bajo la inquisición intelectual de los lobbies israelí-sionistas). En 1960, durante el juicio de Eichmann en Jerusalén el American Council for Judaism declaraba: El Consejo americano del Judaísmo dirigió ayer lunes una carta a M. Christian Herter para denegar al Gobierno de Israel el derecho de hablar en nombre de todos los judíos. El Consejo declara que el Judaísmo es una cuestión de religión y no de nacionalidad (20).

El 8 de junio de 19S2, el Profesor Benjamín Cohen, de la Universidad de TelAviv, durante la sangrienta invasión de los Israelíes al Líbano, escribió a P. Vidal-Naquet: Le escribo escuchando el transistor de radio que acaba de anunciar que nosotros estamos a punto de alcanzar nuestro objetivo en el Líbano: asegurar la paz a los habitantes de Galilea. Estas mentiras dignas de Goebbels me vuelven loco. Está claro que esta guerra salvaje, más bárbara que todas las precedentes, no tiene nada que ver, ni con el atentado de Londres, ni con la seguridad en Galilea A quellos judíos, hijos de Abraham. Aquellos judíos víctimas de tantas atrocidades, ¿han podido volverse crueles hasta tal extremo? El mayor éxito del sionismo es, así pues, éste: la desjudeización de los judíos. Haced, queridos amigos, todo lo que esté en vuestras manos para que los Beghin y los Sharon no logren su doble objetivo: la liquidación final (expresión de moda aquí estos días) de los Palestinos como pueblo y de los israelíes como seres humanos (21)

Esto es lo que está en juego en la lucha entre la fe profética judía y el nacionalismo sionista, fundado, como todo nacionalismo, en el rechazo del otro y la sacralización del yo.

Todo nacionalismo tiene necesidad de sacralizar sus pretensiones, tras la dispersión de la cristiandad, los Estados-nación han tenido la pretensión de recoger el legado de lo sagrado y de haber recibido la investidura de Dios:

Francia, es la Hija mayor de la Iglesia, por medio de la cual se cumple la acción de Dios(Gesta Dei per Francos). Alemaniaestáporencimade todos porque Dios está con ella (Gott mit uns). Eva Perón proclamaba que la Misión de Argentina es la de anunciar a Dios al mundo, y en 1972, el Primer Ministro de Africa del Sur, Vorster, célebre por el racismo salvaje del apartheid, vaticina a su vez: no debemos olvidar quesomoselpueblodeDios, investidodeuna misiónEl nacionalismo sionista comparte esta embriaguez de todos los nacionalismos. Incluso los más preclaros se dejan tentar por esta borrachera.

Hasta un hombre como el Profesor André Neher, en su magnífico libro: L ‘Essence du prophétisme (22) tras haber evocado el sentido universal de la Alianza: alianza de Dios con el hombre, llega a escribir que Israel es: el signo, por excelencia, de la historia divina en el mundo. Israel es el eje del mundo y en él está el nervio, el centro, el corazón (23).

Tales frases evocan desagradablemente el mito ario en cuya ideología se basó el pangermanismo y el hitlerismo. En esta vía se está en las antípodas de las enseñanzas de los Profetas y del admirable Je et Tu de Martin Buber. El exclusivismo no permite el diálogo: no se puede dialogar ni con Hitler, ni con Beghin, puesto que su superioridad racial y su alianza exclusiva con lo divino no les permite en absoluto escuchar al prójimo.

Tenemos conciencia de que en nuestra época no existe más alternativa que el diálogo o la guerra, y que el diálogo exige, como no nos cansaremos de repetir, que cada cual sea consciente de lo que le falta a su propia fe, y que tiene necesidad de los demás para cubrir ese vacío. Nuestro libro se sitúa en la prolongación de los esfuerzos de aquellos judíos que han intentado defender un judaísmo profético contra un sionismo tribal. Lo que alimenta el antisemitismo, no es la crítica de la política de agresión, es el mantenimiento incondicional de esta política que no proviene de las grandes tradiciones del judaísmo, que podían justificarse por una interpretación literal, es la política que eleva por encima de cualquier ley internacional la sacralización de los mitos de ayer y hoy.

Notas:

  1. Kimhe John, Palestine et Israël. Ed. Albin Michel. 1973, p. 27.
  2. Kimhe John, Palestine et Israël. Ed. Albin Michel. 1973, p. 240.
  3. Nadav Shragai, Haaretz, 13 de marzo de 1992.
  4. Isaac Shamir, Looking back, looking ahead. 198, p. 574.
  5. Washington Post, 3 de octubre de 1978.
  6. Encyclopaedia of zionism and Israel. Herzl Press. Nueva York, volumen II, p. 1262.
  7. Herzl: Diaries. Ed. Victor Gollanz. 1958.
  8. Herzl, Diaries. (passim).
  9. Herzl, Diaries. 1, p. 56.
  10. Herzl, L’Etat juif, p. 45.
  11. Herzl, L’Etat juif, p. 209.
  12. Herzl, Tagebuch. Vol. III, p. 105.
  13. Herzl, Diaries, p. 224.
  14. Conferencia central de Rabinos americanos. Yearbook VII, 1987, p. XII
  15. Jewish Newsletter, 2 de junio de 1958.
  16. Martin Buber, Israel and the World, Ed. Schocken, Nueva York, 1948, p. 263.
  17. Norman Bentwich. For Sion Sake. Biografía de Judas Magnes. Philadelphia. Jewish Publication Society of America. 1954, p. 352.
  18. Norman Bentwich. For Sion Sake. Biografía de Judas Magnes. Philadelphia. Jewish Publication Society of America. 1954, p. 131.
  19. Rabbin Moshé Menuhin, The Decadence of judaism in our time, 1969, p. 324.
  20. Le Monde, 21 de junio de 1960.
  21. Carta publicada en Le Monde del día 19 de junio de 1982, p. 9.
  22. Ed. Calmann-Levy. 1972, p. 311.
  23. Ed. Calmann-Levy. 1972, p. 311.

Información adicional

Peso 320 g
Autor

Roger Garaudy

Paginas

159

Pasta

Blanda

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