Yo volé para el Fuhrer

$250.00

Author: Heinz Knoke
Categoría: Product ID: 11563

Descripción

El lector tiene en las manos uno de los libros mas apasionantes que se hayan publicado. Es la dramática historia de un piloto de caza alemán, la autobiografía de un hombre que sobrevivió milagrosamente después de cumplir 2000 misiones de vuelo, 400 de ellas en lucha con el enemigo. El autor derribo 52 aviones aliados a pesar de que su escuadrilla de combate tenia que enfrentarse a un enemigo numéricamente superior, que a veces lo superaba en la proporción de 40 a 1.

INTRODUCCIÓN
La primera vez que tuve este manuscrito en mis manos, me dije: «Hasta que al fin tenemos un relato genuino del otro lado». No solamente los que servimos en la Real Fuerza Aérea, sino también los millones de seres que estuvieron atentos al resultado de los combates aéreos durante la Segunda Guerra Mundial, experimentamos, de tiempo en tiempo, una enorme curiosidad respecto a nuestros contrincantes que formaban la Fuerza Aérea Alemana. ¿Acaso su actitud en la guerra era similar a la que guardábamos los pilotos ingleses? ¿Cuál había sido la reacción de estos hombres ante la decisión tomada por Hitler, de no invadir la Gran Bretaña? ¿Cuál la impresión que tuvieron al enfrentarse a la gran armada aérea de los aliados, al acercarse el fin de la espantosa conflagración? Muchas de las respuestas pueden encontrárse en este diario de un piloto de combate alemán.
Desde que terminó la guerra, mucho ha sido el material que nos ha llegado del otro lado; pero la mayoría de los libros que hacen el relato desde un punto de vista alemán, a pesar de ser históricamente valiosos, son, en gran parte, remi-niscencias de gentes que ocupaban altos puestos en la adminis-tración alemana: tales corno generales y políticos. A mi modo de ver, el mérito que tiene el libro de
Herr
Knoke estriba en que, de manera sencilla y sin rebuscados adornos, cuenta la historia de uno de los que pelearon una guerra ardua y ordinaria. Casi inconscientemente dibuja la imagen reveladora de las juventudes hitlerianas. Sería menos auténtico si no lo hi hiciera. Pudo haber la tentación de omitir con tacto algunas de las breves referencias políticas hechas por el diarista, pero tales omisiones servirían solamente para desfigurar la imagen que nos brinda.
La génesis del libro no carece de interés. El señor John Ewing, que lo tradujo al inglés, ejerce la abogacía en Vancouver, pero en aquel entonces era oficial de la Real Fuerza Aérea canadiense, y cuando en mayo de 1945 vino la rendición alemana, estaba encargado de supervisar e interrogar a los miembros de la Fuerza Aérea Alemana que se habían rendido. Su cuartel general estaba situado en Jever, donde el campo aéreo había sido ocupado por la Real Fuerza Aérea canadiense. Relata su primer encuentro con el autor del libro con estas palabras:
– Al ser interrogado Knoke, demostró poseer una inteligencia excepcionalmente aguda y una personalidad demasiado atractiva. Parecía ser una lástima que hubiera peleado en el bando equivocado. Su hoja de servicios reclamaba el respeto de cualquier miembro de la aviación. Hasta donde puedo saberlo, ningún otro piloto alemán que pudiera igualar su hazaña de haber derribado cincuenta y dos aviones aliados en combate sobre el frente occidental europeo, ha sobrevivido para contar la historia. Después de haberlo escuchado, consideré que las circunstancias eran verdaderamente excepcionales y nos estrechamos la mano (cosa por demás rara en aquel tiempo).
Después estuvieron en contacto diario. Por razones de seguridad, Ewing estimó conveniente mantener a Knoke bajo una constante supervisión; hizo los arreglos para obtener el licenciamiento con la prioridad que otorgaba la Fuerza Aérea Alemana y lo comisionó para hacerse cargo de las finanzas de la Luftwaffe local, que estaban siendo transferidas a 11 Real Fuerza Aérea.
– Abiertamente se mostró contrariado por tener que despojarse de su muy condecorado uniforme -continúa diciendo el señor Ewing- y a pesar de su ignorancia de los métodos contables, misma que yo compartía, no pasó mucho tiempo antes de que lograse organizar un sistema eficiente, para lo que fue ayudado por su esposa Lilo, que antes de la guerra había trabajado como tenedora de libros. Poco a poco fueron suavizándose las órdenes de no confraternizar con el enemigo y llegué a convertirme en asiduo visitante de la casa de los Knoke, donde siempre se me recibió con la más cordial bienvenida. En cualquier lucha de ingenio, Knoke era más que capaz de salir airoso, y fueron varias las veces que nuestras discusiones pudieron resolverse únicamente ante el recordatorio de que, después de todo, eran ellos los que habían perdido la guerra. Su audacia parecía no tener límites. En cierta ocasión, el Mayor Británico, Alcalde de la Ciudad, se presentó a pedirle la casa, pero Knoke usó argumentos tan convincentes que lo indujo a cambiar de opinión e ir en busca de otros alojamientos. A menudo me sentí impulsado a confinarlo tras las alambradas de púas, pero tal cosa me parecía carecer de todo espíritu de justicia.
En 1946, cuando los canadienses abandonaron Alemania, el señor Ewing había llegado a ocupar el puesto de juez en el Gobierno Militar. Después de obtener su licenciamiento del ejército, pasó un año más como miembro de la Comisión de Control, antes de regresar a su país de origen. Durante ese tiempo estuvo en contacto con Knoke, para quien resultaba difícil ajustarse a las necesidades de una vida de civil y se había dedicado a escribir, como medio de escapar de su situación precaria, inmediata. Ewing le sugirió que escribiese un relato sencillo y veraz de su propia vida. El resultado se halla en este libro.
Como dato adicional puede mencionarse que para 1951 Knoke había logrado obtener fama de orador político y en ese mismo año fue electo miembro de la Le gislatura de Sajonia Inferior y del Partido Socialista del Reich. Cuando la Suprema Corte de la República Fe deral Alemana, en 1952, declaró ilegal el partido, las actividades políticas de Knoke quedaron suspendidas, por lo menos temporalmente.

Información adicional

Peso 455 g
Autor

Heinz Knoke

Paginas

301

Pasta

Blanda

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