La cosecha horrenda

$240.00

 

 

 

Categoría: Etiqueta: Product ID: 13994

Descripción

PREFACIO DEL TRADUCTOR

El libro que está a punto de leer, fue escrito en el año de 1947 por un valiente estadounidense que se atrevió, antes que nadie, a denunciar la criminal política de exterminio que se implementó contra el derrotado pueblo alemán tras la Segunda Guerra Mundial. El activista canadiense-alemán Ernst Zündel, calificó al presente libro como la primera obra revisionista que abordó la masacre contra el pueblo alemán en la Segunda Guerra Mundial, unos años después, Alfred-Maurice de Zayas, un abogado suizo estadounidense, escritor, historiador y experto en el campo de los derechos humanos de las Naciones Unidas, publicó un libro titulado 15 Millones De Alemanes Expulsados, donde narra las desgracias que pasaron millones de alemanes tras ser echados de sus casas por comunistas, polacos, checos, y otros pueblos europeos.

La desgracia sufrida por el pueblo alemán se ha narrado muy pocas veces, a pesar de que existen obras como LA COSECHA ESPANTOSA de Ralph Franklin Keeling quien, para dejarlo claro, era un crítico acérrimo del nacionalsocialismo, o nazismo, como “conocen” las masas al movimiento liderado por Adolf Hitler. El lector notará que Keeling habla con mucho desde contra el nacionalsocialismo, sin embargo, se expresa con total empatía hacia el pueblo llano alemán. Así también, Keeling critica fuertemente al comunismo y a su propio gobierno estadounidense por las múltiples concesiones que le dio a un movimiento criminal como es el comunismo internacional.

Keeling denuncia que, desde el 8 de mayo de 1945, cuando cesaron las hostilidades en Europa. La guerra continuó contra Alemania, pues Roosevelt, Stalin y Churchill, habían acordado que el pueblo alemán debía ser sometido a sufrimientos que jamás otra nación había padecido, y así se hizo. Primero fueron expulsados de sus hogares, territorios que por casi mil años pertenecieron al gran Sacro Imperio Romano Germánico, o el Primer Reich; después pertenecieron al Segundo Reich desde 1871 a 1918, pero tras la derrota fueron reasignados o se inventaron países nuevos, uno de ellos Polonia, que había dejado de existir hacía 146 años.

Tras la derrota en 1945, millones de alemanes fueron saqueados de sus propiedades, sometidos al hambre y a las enfermedades, abusados en todos los sentidos, incluidos sexualmente, robados y esclavizados, la mayoría de ellos eran mujeres y niños.

El desastre y la desgracia alemana fue tal, que la revista Time lo designó como “la paz más aterradora de la historia”, y es que las tribulaciones y el holocausto alemán solamente se pueden ver opacados por la propaganda emanada desde Hollywood en forma de películas lacrimógenas que desafían todas las leyes fundamentales de la física y, sobre todo, del sentido común. Uno de los más prolíficos propagandistas lleva por nombre Steven Spielberg.

Con su libro LA COSECHA ESPANTOSA, Keeling fue el primer hombre en el mundo en denunciar y llamar la atención sobre la guerra de posguerra del vencedor contra los alemanes, y contó desde la perspectiva menos imaginada, desde la de los vencedores, una vergonzosa verdad que manchaba al “intachable” honor de los políticos estadounidenses y de los aliados, que se empeñaron en destruir política, económica y socialmente al pueblo alemán.

El hambre se convirtió en el arma más eficaz para los aliados, pues comunistas y capitalistas se repartían las almas alemanas forzadas a tomar bando solamente para llevar un bocado a sus bocas. Es por eso que el título de la obra de Keeling tiene todo el sentido si conocemos las dietas de hambre a las que fueron sometidos los alemanes, viéndose forzados a seguir produciendo cosechas, pero no para alimentarse, sino para ser enviadas a la Rusia comunista. El 31 de julio de 1939, el Primer Ministro Neville Chamberlain, a ese que los belicistas y Churchilllover´s llaman pusilánime por buscar la paz, mencionó en un discurso ante la Cámara de los Comunes en Inglaterra: “Si llegara la guerra, cualquiera que sea el bando que pueda reclamar la victoria final, nada es más seguro que tanto el vencedor como el vencido obtendrían una cosecha espantosa de miseria y sufrimiento humanos”. De allí el título que Keeling le dio a su libro.

Hoy la propaganda de guerra de los vencedores sigue activa, el Estado sionista, Francia, Inglaterra, Estados Unidos, y Putin desde Rusia, hacen cada año llamamientos para que los alemanes se disculpen por sus atrocidades, sin embargo, jamás hemos escuchado una disculpa hacia los alemanes por parte de sus conquistadores; los barbaros aliados.

1947 era una fecha muy fresca, los escombros humeantes en Europa se seguían levantando, pero Keeling tuvo la honestidad de denunciar que los aliados, al estilo de cualquier ejército de involucionados como Atila y sus hunos, se estaban repartiendo el botín de los ciudadanos alemanes, y encima, pretendían educar al pueblo alemán mediante sus programas de desnazificación, mientras los rusos reeducaban a los vencidos por medio de la amenaza de muerte directa.

Pero el botín más valioso para los Aliados y comunistas no eran las riquezas del pueblo alemán, sino su propia gente, pues destruían a un rival comercial que ahora se convertiría en su esclavo. Keeling dice explica que los decretos de Potsdam que pedían el “exterminio del Hitlerismo”, en realidad estaba diseñados para que los comunistas se aseguraran la liquidación de la “burguesía” alemana y la reemplazaran por una burguesía de agentes comunistas, lo que llevaría a la comunicación final de Alemania.

Este libro no es pro alemán, ni por nazi, sino que es una autocrítica hecha por un estadounidense que se atrevió a decir que el trato de los prisioneros por parte de los alemanes, por más difícil de creer que sea gracias a los millones de películas de Hollywood, fue mucho mejor que el que recibieron los alemanes en manos de rusos, franceses, ingleses y estadounidenses, países que quedaron como los verdaderos barbaros de la historia. Keeling Denunció a sionistas como Henry Morgenthau y Bernard Baruch sin siquiera ser pro Hitler, denunció los tratamientos de desnazificación y los juicios de Núremberg como corruptos y sin sentido, que violan los derechos fundamentales estadounidenses. Denunció cómo los “bondadosos” Aliados se intercambiaban esclavos alemanes, arrendándolos a empresas privadas y cobrando millones de dólares por sus esclavos. Pensábamos que sólo los Imperios antiguos y no civilizados hacían esto, sin embargo, los epitomes de la democracia fueron igual de crueles que Atila, Nerón, y cualquier dios tribal que mandaba asesinar pueblos enteros, aun a los niños de pecho.

Henry Morgenthau es ampliamente criticado por su afán de asesinar a todo el pueblo alemán. Por otro lado, Bernard Baruch, sionista al igual que Morgenthau, es también señalado como un afanado exterminador de los alemanes, pues según sus propias palabras, tenía el poder para poner un gran agarrote sobre las naciones aliadas. ¿Qué poder es más grande que el de una nación? ¿Acaso el dinero?

Keeling hace mención del proyecto “One World”, es decir, “Un Mundo”, un proyecto que, de haber sido tratado por cualquier otro autor, hubiese sido señalado como teoría de la conspiración, y toda esta guerra, más allá de la propaganda que dice que Hitler quería conquistar el mundo, fue por simples motivos económicos, como bien menciona Keeling:

“En otras palabras, Gran Bretaña se estaba aprovechando de la situación para ir a la guerra contra Alemania porque el Reich se había vuelto demasiado fuerte y había alterado el equilibrio europeo. Para corregir el problema fundamental, desde el punto de vista de Gran Bretaña, Alemania, después de su derrota, debía debilitarse como medida de protección. Ninguna moralidad entra en juego, solo consideraciones de política de poder y supervivencia británica.”

Keeling termina su obra hablando de un holocausto, sin embargo, no se refiere al que todos conocen por Hollywood, sino al holocausto alemán.

Ahora usted, amigo lector, conocerá por primera vez en español la opinión de puño y letra de un verdadero y valiente humanista.

Información adicional

Peso 270 g
Pasta

Blanda

Paginas

202

Autor

Ralph Franklin Keeling