Descripción
La embestida contra el ser humano –sería poco decir “familia”, “infancia” o “inocencia”– se ha tornado alucinante. No voy a asegurar que “no puede ser peor”, porque este lugar común viene repitiéndose desde hace siglos y, por lo visto, no hemos perdido el potencial de inventar cosas cada vez más trágicas. Pero la capacidad de desintegración del ser humano tiene un límite, y este es, si se me perdona lo prosaico, su extinción total; y da la impresión de que –no interviniendo Dios– no estamos lejos.