Descripción
El que en una introducción a una antología de textos de uno de los más grandes filósofos políticos de la historia europea uno tenga que empezar con algún tipo de puntualización y justificación, ya denota de por sí una anormalidad en nuestro panorama intelectual, anormalidad presente en toda Europa, pero especialmente tangible en España (y aún más en Cataluña) de la mano de «memorias históricas», «memoriales «democráticos» y demás artilugios con que se disfraza el inquisidor «progresista».
Cuando planteamos la cuestión de si Carl Schmitt fue en pensador contrarrevolucionario o fascista no lo hacemos con la intención de justificarlo, de rehabilitarlo ni de hacerlo «presentable». Todos sabemos que para el inquisidor «progresista» ser conservador, autoritario o contrarrevolucionario es malo, pero ser fascista es el mal absoluto, que sitúa al reo prácticamente fuera de la humanidad.