Descripción
Tomando por ideal el héroe antes que el santo, el vencedor antes que el mártir, situando la suma de todos los valores en la fidelidad y en el honor antes que en la caridad y la humildad; considerando la dejadez y la vergüenza como un mal peor que el pecado; no respetando en absoluto la regla que quiere que no se resista al mal y que se devuelva bien por mal; estando dispuestos, antes bien, a castigar al injusto y al malvado; excluyendo de sus filas a quien siguiera literalmente el precepto cristiano de «no matarás»; teniendo por principio no amar al enemigo, sino combatirlo y no ser magnánimo con él hasta haberlo vencido, la caballería afirmó, casi sin alteración, una ética nórdico-aria en el seno de un mundo que no era más que nominalmente cristiano».
Así resumió Julius Evola los valores de la Caballería Europea. En esta misma línea Pierre Vial, sintetiza en esta obra la historia, los valores, el estilo, la ética y las tradiciones de la Caballería. Ella era portadora de una cosmovisión, una espiritualidad, cuyo soporte era una existencia que giraba en torno a las relaciones guerreras, a la libertad y el heroísmo, al honor y a la fidelidad. Ella representaba una elite para la cual el valor, la fidelidad, el heroísmo y la justicia fueran los únicos valores sobre los que podía descansar el orden político y social; un tipo de hombre que hace de la fidelidad una norma y que pone sus armas y su espada al servicio de un orden y de un ideal. De esta elite aristocrática y dominadora fue de la que surgieron los reyes y principales dirigentes medievales.
Otro de los grandes logros de este libro ha sido el de penetrar en una vertiente en la que pocos historiadores se atreven a ahondar. Se trata de la dimensión espiritual e interna del mundo de la Caballería, sus rituales, sus motivaciones, sus valores y su ética. En definitiva, su esencia.
Si en medio de la crisis moral y de valores del siglo XXI hay que presentar un modelo humano en condiciones de responder a los desafíos de los tiempos modernos, ese modelo es el de la Caballería Europea. Es por ello que la obra de Pierre Vial resulta una lectura obligatoria para todos aquellos que hoy, a pesar de todo, se atreven a seguir una vía de restauración de ideales pertenecientes a nuestra más antigua identidad.
El autor de este magnífico texto no sólo es un reputado profesor universitario y erudito medievalista, sino que es uno de los principales exponentes del mundo identitario europeo. Durante 17 años fue el encargado de formación de mandos del Front National, dentro del cual era considerado como el principal representante de su tendencia identitaria.
Prólogo
La palabra Caballería evoca en nuestros espíritus franceses y europeos todo un universo onírico y fantástico. Los caballeros nos hablan de un mundo de valor, de honor, de fidelidad, de desinterés y de cortesía del que se han hecho eco tanto la literatura como posteriormente el cine. Dentro del imaginario europeo, la caballería posee una importante carga afectiva y simbólica. Los valores que comporta están tan profundamente inscritos en nuestro inconsciente que empapan nuestro lenguaje habitual. Así, de un hombre que actúa con nobleza se dice que su actitud es caballeresca; en un ámbito menos formal, la joven que va a un baile se hace acompañar de un caballero. Y, llegado el caso, podrá proclamarse su rendido caballero.
Pero más allá del mito, la caballería es también un fenómeno histórico que, después de mucho tiempo, ha suscitado la atención de los historiadores, que han constatado que esta institución —este fenómeno social, diríamos más bien— resulta emblemática para una época y una organización de las relaciones humanas que recibe el nombre, por simplificar, de Feudalismo.
Este concepto ha suscitado la ira de los ideólogos de las Luces y posteriormente de sus epígonos marxistas. Estos últimos, por comodidad de simplificación y en razón de su pensamiento dogmático, han querido convertirlo en un sinónimo del oscurantismo. Actualmente, los historiadores dignos de ese nombre, es decir, aquellos que no dudan en revisar sus análisis en función de los nuevos aportes de la investigación, han hecho justicia con estos simplismos reduccionistas. Jaques Heers los ha denunciado magistralmente en un libro tan saludable como provechoso, Le Moyen Age, une imposture, Perrin, 1992.
Basándonos en los textos que han llegado hasta nosotros, como los Cantares de Gesta, que entretenían las largas veladas de invierno en los donjons, pero también en los objetos, restos de armas y de utensilios que los arqueólogos han sacado a la luz, podemos reunir indicios, testimonios que nos permiten identificar el mundo caballeresco. También los capiteles de las iglesias románicas o la rarísima y valiosa tapicería de Bayeux que nos muestran en acción a los paladines de los siglos XI y XII. Y sin olvidar las narraciones de las Cruzadas, donde el sol y la sangre se unen en unas imágenes que hacen vibrar a todo corazón noble.
Tras un periodo de olvido, debido al menosprecio que los historiadores imbuidos de marxismo han manifestado por este tema, la Caballería ha vuelto en ejercer su derecho de ciudadanía en la historiografía contemporánea. El estudio de la Caballería se ha visto favorecido por el éxito, plenamente justificado, de la «historia de las mentalidades» entre los investigadores de la generación a la que pertenece el autor de estas páginas. De esta forma, a lo largo de una veintena de años se han sucedido trabajos de una enorme calidad, salidos de la pluma de Georges Duby (Guillaume le Maréchal ou le meilleur chevalier du monde, 1984), Michel Pastoureau (La vie quotidienne en France et Anglaterre au temps des chevaliers de la Table Ronde, 1981), Jean Flori (L ‘idéologie du glaive,1983, L ‘essor de la chevalerie, 1986, La chevalerie en France au Moyen Age, 1995, Croisade et chevalerie, 1998), Michel Parisse (Noblesse et chevalerie en Lorraine médiévale, 1982), Philippe Contamine (La guerre au Moyen Age, 1980), o Alain Demurger (Vie et mort du l’ordre du Temple, 1989).
Con la ayuda de estos autores y de algunos trabajos personales he intentado trazar un retrato fiel, pero dirigido a un público no especializado, de un tipo de hombre que ha dejado una profunda huella en nuestro mundo.