La mentira de Auschwitz

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Descripción

Thies Christophersen (1918 – 1997) se desempeñó, a lo largo de la Segunda Guerra Mundial, como agrónomo enviado a los laboratorios de la planta Bunawerk en Auschwitz, para realizar tareas de investigación en el área de la fabricación de caucho sintético por encargo del Kaiser Wilhelm Institut, en 1944. Gozaba de libertad para moverse dentro las instalaciones del campo y tomar diversas fotografías. Visitó todos los campos que constituían el complejo Auschwitz y años mas tarde escribió: «Durante toda mi estadía en Auschwitz nunca observé la más leve evidencia de ejecuciones masivas en cámaras de gas». En base a sus propias vivencias y a entrevistas que sostuvo con otros testigos citados en su libro, algunos de ellos judíos, afirma que si hubiera habido cámaras de gas en Auschwitz él las habría conocido.

Por contar su verdad en un libro se convirtió en perseguido político y tuvo que abandonar Alemania. Christophersen estuvo dispuesto a presentarse al juicio en Alemania si el sistema le permitía seleccionar y presentar expertos testigos de su elección. Pero los tribunales alemanes no tuvieron el valor de permitir tales testigos.

 

Propaganda de atrocidades contra Alemania

 

La influencia devastadora de la propaganda hace difícil a los seres humanos, también a los bienintencionados, reconocer y juzgar los sucesos reales del acontecer contemporáneo. Ya lo hemos comprobado en los últimos años de la primera Guerra Mundial y en la época posterior.

“En mayo de 1945, pocos días después del derrumbe, tuve una entrevista memorable con un importante representante del enemigo. Se me presentó como profesor universitario de su país, que deseaba conversar conmigo acerca de los fundamentos históricos de la guerra. Fue una conversación de alto nivel la que mantuvimos. Repentinamente cortó la discusión, señaló los volantes que estaban delante de mí sobre la mesa, con los cuales fuimos inundados en los primeros días siguientes a la capitulación y que se ocupaban principalmente de las “atrocidades” de los KZ.1

“¡¿Qué dice usted a esto?”, así me preguntó. Yo respondí: ¿Oradour y Buchenwald? En mi caso usted echa abajo puertas abiertas. Soy abogado y condeno a la injusticia donde la encuentre, pero sobre todo cuando se comete de nuestro lado. Pero sé hacer una diferencia entre los hechos y el empleo político que de ellos se hace. Sé lo que es propaganda de atrocidades. Después de la primera Guerra Mundial he leído todas las publicaciones de vuestros peritos sobre estas cuestiones, los escritos de la Oficina de Northcliff, el libro del ministro de finanzas francés Klotz De la guerra a la paz, en el que describe cómo fue inventado el cuento de las manos de niños cortadas a hachazos y qué provecho se extrajo del mismo, los escritos esclarecedores de la revista Crapouillot que compara la propaganda a atrocidades de 1870 con la de 1914/18 y finalmente el libro clásico de Ponsonby: La mentira en la guerra. En él se revela que ya durante la guerra pasada se disponía de talleres en los que se componían montañas de cadáveres artificiales mediante fotomontaje con muñecas. Estas fotos eran distribuidas. Al respecto se dejaba en blanco el texto al pie. Más tarde era insertada de acuerdo con la necesidad telefónicamente a través de la Central de Propaganda.”

Al decir esto saqué uno de los volantes que supuestamente representaba montañas de cadáveres de los KZ y se lo mostré a mi visitante, que me miró perplejo. Proseguí entonces. “No puedo creer que en esta guerra, en la que todas las armas fueron perfeccionadas de tal manera, esta arma venenosa, que decidió la primera guerra, haya podido ser descuidada. ¡Más aún, lo sé! En los últimos meses antes del derrumbe estuve leyendo diariamente la prensa extranjera.

Ahí se informaba desde una Central acerca de las atrocidades alemanas. Se procedía al respecto con un determinado turno. Le tocaba a un territorio ocupado tras el otro: hoy Francia, mañana Noruega, después Bélgica, Dinamarca, Holanda, Grecia, Yugoslavia y Checoslovaquia, etc. Por de pronto eran centenares de muertos en los campos de concentración, luego, cuando 6 semanas más tarde le tocaba nuevamente el turno al mismo país, miles, luego diez, luego centenares de miles. Pensé entonces: ¡Al millón no podrá llegar esta inflación de cifras!”

Ahora tomé otro volante: “¡Aquí tiene usted el millón!” Entonces mi visitante ya no pudo contenerse: “Veo que me he topado con un entendido. Ahora también quiero decir quién soy. No soy ningún profesor universitario. Soy de la Central de la que usted habló. Desde hace meses practico lo que usted describió acertadamente: propaganda de atrocidades y con ella hemos obtenido la victoria total.” Yo respondí: “Lo sé, ¡y ahora usted debe terminar! “ El contestó: “No, ¡ahora recién empezamos bien! Continuaremos con esta propaganda de atrocidades, la aumentaremos, hasta que nadie aceptará ya una buena palabra de los alemanes, hasta que esté destruido todo lo que han tenido en otros países en cuanto a simpatías, y hasta que los alemanes mismos se habrán puesto de tal modo confusos que ya no sabrán lo que hacer! “ Terminé la conversación diciendo: “¡Entonces cargará sobre sí con una gran responsabilidad! “

Extraído del libro del Profesor Dr. Friedrich Grimm: Politische Justiz die Krankheit unserer Zeit (La justicia política, la enfermedad de nuestra época) Verlag Bormer Universitäts Buchdruckerei Gebr. Scheur GmbH, Bonn 1953.

Información adicional

Peso 149 g
Pasta

Blanda en Folleto

Paginas

112

Autor

Thies Christophersen