Descripción
Este libro, que se fue haciendo página a página, es uno de los pocos que cumplen el mandamiento de Nietzsche. Perdido el creador de Zaratustra en aquella batahola de libros y revistas que urdieron las postrimerías del siglo pasado, ya sin fe en el progreso ni en la redención humana, Nietzsche juró no leer más que los libros que se hubieran escrito con sangre. Y ocurre que las páginas de éste parecen escritas por la vida misma, con sus dolores y sus esperanzas, sus presentimientos y sus sobresaltos. Como si un jirón trágico de la historia rumana se hubiera posado sobre unas cuartillas, nos llegan los documentos que se publican casi despojados de personalidad y, precisamente por eso, penetrados de una seducción indecible de ese hechizo sobrehumano que ejerce sobre nuestro corazón todo lo cósmico: el mar, la tempestad, la noche, el silencio, las montañas.
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