Descripción
No es otra cosa que una lucha entre dos reinos, el de Dios y el del mundo. Según el obispo de Hipona, la llegada de Cristo -o sea, la Redención- es el punto central porque, gracias a ella, la Ciudad de Dios se levanta sobre la ciudad terrena; por lo tanto, el objetivo final en la historia del mundo no será otro más que el triunfo de los bienaventurados. La Historia es una labor tanto de la Providencia como del hombre. Solamente la idea de Dios podrá ,darle un auténtico sentido a la vida y el mundo sólo estará bien encauzado cuando se oriente hacia la Ciudad de Dios. Pues bien, al estudiar, con cierto detalle, esa interesante etapa de nuestra historia, etapa que correspondió a
la forja de la nación mexicana, coincidimos tanto con Carlyle como con San Agustín. Si Tomás Carlyle nos dice que la Historia es el producto de la acción de los héroes, llegaremos a la conclusión de que México fue forjado por hombres de talla excepcional. Y, si San Agustín nos dice que el concepto de Historia •sólo encuentra su verdadera explicación en la lucha entre los reinos de Dios y del mundo, llegaremos a la conclusión de que los héroes que forjaron a México llevaban, como propósito primordial, extender hasta los más alejados confines el Reino de Dios cuyos fundamentos se hallaban en el Evangelio. De todo esto concluimos algo muy importante: nuestro México fue forjado por héroes, pero no por héroes comunes y corrientes de los que se encuentran en libros de caballería, en novelas de capa y espada o en películas del Oeste.
Nuestro México fue forjado por héroes que también fueron santos. Varones de talla excepcional que· -poseídos de un sublime afán- dejaron atrás patria y familia, cruzaron el Mar Tenebroso, se adentraron en tierras desconocidas convivieron con seres rudos y salvajes y se dedicaron; en cuerpo y alma, a comunicarles la Feliz Noticia de que ya el Hijo de Dios había redimido nuestras culpas.