Descripción
Hoy la información que impacta sobre nosotros tiene una serie de características absolutamente novedosas en la historia del hombre. Jamás hemos tenido tanto acceso a tanta información y datos de creciente complejidad y velocidad que nos llegan, sin embargo, sin el debido procesamiento sino en forma caótica o, lo que es peor, “armada” de una manera arbitraria que atenta contra el bienestar del ciudadano individual y del Bien Común de la Comunidad en su totalidad.
Hoy, cualquier habitante del planeta recibe en un mes una cantidad de información mucho mayor de la que recibían nuestros antepasados de hace pocas generaciones en una vida entera. Nuestros cerebros físicos y nuestras mentes han debido adecuarse rápidamente a esta nueva realidad. Sus dramáticos efectos y consecuencias -tanto positivas como negativas- las comprobamos hoy por doquier.
Pues si la información en sí puede ser muy positiva y constructiva, la manipulación oculta de esa información -tanto en su cantidad, velocidad, características, temáticas y veracidad- si cae en las manos equivocadas puede conformar un arma potentísima utilizable en contra de las poblaciones en todos los países.
En pocas palabras, quienes controlen los flujos, calidad e interpretación de estos gigantescos y crecientes volúmenes de información, aunado a las poderosísimas tecnologías comunicacionales e informáticas, disponen de un nuevo tipo de arma que nuestros antepasados jamás hubieran imaginado: un arma potencialmente devastadora que sirve para librar una nueva clase de guerra a la que se le ha dado en llamar Guerra Psicológica.
En el mundo anglosajón suele utilizase el acrónimo PsyWar -Psychological Warfare- cuya inusitada potencia radica en su “invisibilidad”, precisamente en que una de sus características centrales es que para los ciudadanos no alertados, la Guerra Psicológica tiene el efecto de ser una auténtica “Guerra Invisible” como bien observan los dos jóvenes y lúcidos autores de la presente obra que lleva, precisamente, este acertado título.
Una de las premisas clave de todo ejercicio o sistema de Guerra Psicológica requiere que las poblaciones a las que ataca no tomen cabal conciencia de que se está librando una guerra en su contra. De manera tal que acepten mansamente y como veraces las sugerencias, los datos tendenciosos, la información parcial o total falsa, y el “reformateo” o desconstrucción cultural, intelectual y anímica a las que se somete a las masas poblacionales.
Sun-Tzu, estratega militar y sabio chino que vivió hace 2.500 años, decía en su manual “El Arte de la Guerra” que una de las mayores proezas que un buen jefe militar puede lograr es convencer a su enemigo que no existe guerra alguna, pues quien no crea estar en guerra no se defiende, lo que entonces permite al potencial y sutil agresor cobrar su victoria sin prácticamente disparar un solo tiro.
En este orden de cosas, si tuviéramos que describir cuál es la característica principal de la gran guerra mundial en la que desde hace más de cien años está sumida toda la humanidad, diríamos que por más que la “guerra” se suele asociar con lo militar y bélico -la primera y segunda guerras mundiales, por ejemplo- la realidad nos indica sin embargo que existen formas de guerra más sutiles y permanentes como son, por ejemplo, la guerra económica, financiera, mediática y cultural.
Pero la más sutil de todas esas características es, precisamente, la Guerra Psicológica pues al ser “invisible” jamás termina. No exige rendiciones formales ni tratados de paz. Es más: aún cuando algún país sufre una circunstancial derrota militar y se ve obligado por las circunstancias coyunturales a firmar un tratado de “paz” o rendición como los de Versalles, St. Germain y Sevres impuestos a las Potencias Centrales por los Aliados victoriosos tras la primera guerra mundial, la Guerra Psicológica no sólo jamás concluye ni termina, sino que es en tiempos de “paz”, precisamente, cuando más se intensifica.
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