Descripción
Introducción
EN LA ENTREVISTA TAFT-DIAZ (1909)
GERMINO LA REVOLUCION MEXICANA
Ya es un hecho históricamente confirmado desde diversas fuentes, que la llamada Revolución Mexicana fue promovida y financiada desde Estados Unidos.
La entrevista que el presidente americano William Howard Taft promovió con el presidente Porfirio Díaz, El Paso, Tex., el 16 de octubre de 19090, fue decisiva. Taft expuso una serie de quejas respecto a la política mexicana, sin el presidente Díaz diera disculpas, ni menos expresara promesas de rectificación. Ahí empezó todo lo que luego se convirtió en Revolución.
Francisco I. Madero era efectivamente opositor al régimen porfirista, pero carecía de recursos para derribarlo. Su llamado a iniciar la lucha armada no tuvo eco. Fueron Pascual Orozco y Francisco Villa –identificados oficialmente como ladrones de ganado, en el norte de Chihuahua-, quienes recibieron armas y municiones desde Fort Bliss, Texas, para acosar a la guarnición de Ciudad Juárez, que cayó en su poder el 11 de abril de 1911.
A continuación el gobierno de Taft reconoció prácticamente a los revolucionarios.
El golpe rebelde que se preparaba en Puebla fallo con la aprehensión de Aquiles Serdan.
Varios periódicos norteamericanos publicaban informaciones favorables a los revolucionarios. El gobierno porfirista protesto por el abastecimiento de armas a los revolucionarios y se le contesto que era muy difícil evitarlo.
Don Porfirio tenía casi intacto a su Ejército, pero comprendió que si lo empeñaba en la lucha podría vencer a sus opositores, si estaban solos, pero no a estos y a Estados Unidos. Por tanto, decidió dimitir e irse al extranjero.
Fue, pues, una revolución echa con armas americanas y con el apoyo de los presidentes Taft y Woodrow Wilson. México puso los muertos, cuyo total se calculó en un millón de adultos y niños, ya que además de los combates hubo hambre por falta de producción agrícola.
La intervención estadounidense fue tal radical que el embajador Lane Wilson apadrino el asesinato de Francisco I. Madero, pero no lo obedecía, y se equivocó creyendo que el general Victoriano Huerta si lo haría, y al ver que no podía manejarlo pidió que su gobierno lo derrocara, para lo cual fue indispensable que tropas americanas desembarcaran en Veracruz.
En fin, fue una larga lucha entre diversas facciones revolucionarias: carrancistas, callistas, obregonistas, villistas, zapatistas, etc.
Como en toda Revolución –desde la francesa en 1789 y la soviética en 1917-, en México broto una tremenda persecución contra la Iglesia Católica. El reverendo Francis P. Joyce, capellan del Ejercito americano, le pidió a Mr. Sillman –representante del presidente Wilson- que se diera asilo a las monjas mexicanas victimas de atropellos, y Sillman le repuso: “Es cosa generalmente aceptada por todos que lo peor que hay en México, después de la prostitución, es la Iglesia Católica, y ambas cosas deben desaparecer”.
En fin, fueron diez años de combates y abusos por doquier hasta que empezó a volver la paz en 1920, previo asesinato del presidente den Venustiano Carranza, inicialmente apoyado por la Casa Blanca y luego abandonado porque había desviado las directivas respecto a la Reforma Agraria que el presidente Wilson quería que rigiera en México.
Este libro es particularmente importante porque el gran historiador Francisco Bulnes fue testigo de primera fila, y vio desde dentro el desarrollo de la lucha revolucionaria.
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