Descripción
León Degrelle, terminada la segunda guerra mundial, fue sin duda el hombre más apto para contarnos la historia de las Waffen SS. No sólo por su posición de privilegio en esta organización o por los logros y condecoraciones recibidas sirviendo en ella, sino porque de todos los sobrevivientes fué el único que con gran heroismo, el mismo que demostró en el campo de batalla, nunca aceptó las presiones que lo quisieron hacer callar. Aún cuando mataron a sus padres y su hermano, mantuvieron prisioneros a sus hijos, crearon una ley especial en su país para que no se hable de él, intentaron secuestrarlo o matarlo unos 6 veces por el crimen de pensamiento instituido por las democracias, Léon Degrelle nunca calló su historia, sea cual sea el precio que tuviera que pagar por ello.
Y para Degrelle, las Waffen SS fue la más asombrosa experiencia política y militar jamás intentada. Fue única por su carácter y por su extensión: de 1941 a 1945, un millón de muchachos de 28 países de Europa, reunidos en seno de la Waffen SS ofrecieron su juventud, y a menudo, su vida. Para crear una Europa consagrada a la grandeza.
El gran ejemplo del millón de jóvenes héroes desinteresados de la Waffen SS, que vive y muere para un ideal de fuego, a quienes las nacionalidades no pudieron separarlos, será por siempre una guía para quienes quieran una Europa que haga honor a la grandeza de su historia. ¡Honor y gloria al mayor ejercito ideológico de la historia de los hombres!
Dentro de mil años aun se hablara de estos soldados de hierro, tres mil veces más numerosos que los héroes de las Termópilas.
El héroe, dondequiera aparezca, no muere nunca del todo. Su espíritu continúa marchando como un abanderado a la cabeza de los pueblos.
La Waffen SS, al sucumbir tras una lucha titánica, ha entrado para siempre en la inmortalidad.
Este libro reune sus escritos sobre las Waffen SS y la tradición europea a la que representaban.
ÍNDICE
Prólogo
Canto a las Waffen SS
Historia de las SS europeas
A las armas por Europa
Llamada a los franceses
Himmler, ese desconocido
Dos días con Himmler
El último año
¡Europa vivirá!
Solidaridad de Europa
El Nacionalismo de Occidente
Entrevista con el General de las SS León Degrelle.
Última entrevista a Léon Degrelle
La última Epopeya
Degrelle m’adit
¡Volverán las banderas victoriosas!
Documento Testamento a mis Soldados
Apéndice I: Léon Degrelle. 100 años
Apéndice II: Léon Degrelle y la Europa real. – Joaquín Bochaca
CANTO A LAS WAFFEN SS
Todavía a finales del siglo XX la mayoría de la gente ignora lo que fue, entre 1940 y 1945, el fenómeno -único en la historia militar- del millón de jóvenes combatientes políticos, voluntarios todos ellos, integrados en el seno de treinta y ocho divisiones Waffen SS en el transcurso de la Segunda Guerra mundial.
¿Quiénes eran?
Ante todo, soldados (Waffen). Los mejores soldados, formidablemente equipados, siempre los más dispuestos cuando era preciso enfrentarse al enemigo y reaccionar ante una ruptura.
Físicamente, los mas dotados: talla mínima 1,75 m.; Obligatoriedad de demostrar una salud sin fisuras; Exclusión a la mas mínima falta visual o ante una caries molar; una milicia que hacia pequeñas todas las normas olímpicas.
Su entrenamiento era excepcional. En la Escuela de Oficiales de Bad -Tolz, todos los aspirantes habían perdido una docena de kilos al final del cursillo. Al terminar este cada uno se había convertido en un atleta, flexible, desnudo y fuerte como un dios griego.
También recibían una formación política del más alto rigor. Disciplina de hierro, libre y alegremente asumida. Espíritu de equipo, camaradería constante desembarazada de todo complejo de casta. Severidad en las costumbres: en las Waffen SS un pederasta era enviado al paredón sin remisión.
El heroísmo era la ley imperante. Los jefes en cabeza. La media de supervivencia de un oficial de la Waffen SS en combate no sobrepasaba los tres meses.
Esta concepción heroica del deber era exaltada por evocaciones grandiosas de las glorias del pasado. Se nutrirá de todas las fuerzas originales de la Naturaleza. El solsticio de verano recordaba especialmente los fervores vivificantes de los fluidos terrestres y celestes. El último solsticio de 1944, había sorprendido todavía a todos aquellos jóvenes guerreros, con la antorcha en la mano, formando el cuadro en los claros de montes altos cercanos al frente, mientras que las apoteosis wagnerianas giraban, vibraban bajo la noche estrellada.
¡Ansia de cuerpos jóvenes frente a la vida! ¡Pasión por la creación y conquista! ¡Voluntad de vivificar, de escalar hasta las cumbres junto a una comunidad humana renovada en su carne y en su espíritu!
¡Eran fuertes como los robles de los bosques profundos, fuertes como los huracanes martilleando los cielos negros, fuertes como los caballeros de las epopeyas antiguas, desafiando la suerte y la muerte!
¡La Caballería! La Waffen SS era una caballería de pie en sus estribos y con sus lanzas prestas a atravesar el futuro: un millón de jóvenes guerreros ideológicos, decididos a ofrecer todo -su juventud, su sangre, su fe- para obtener todo.
La Waffen SS había sido en sus comienzos una formación estrictamente alemana.
El espectáculo de fuerza organizada y de ideal integral que ella dio en 1940 a un Occidente extenuado política y moralmente desanimado, impresiono a la juventud de los países vecinos. Bastaron algunos meses para que millones de jóvenes germanos, de Holanda, de Flandes, de los Países Nórdicos, primeramente estupefactos, entusiasmados después, vinieran a dar a la Waffen SS, hasta entonces sometida al ámbito nacional, una contextura mas amplia: Waffen SS de dieciocho años, de veinte años, llegados de Amberes, de Rotterdam, de Copenhague, de Oslo, hicieron bloque desde entonces con las Waffen SS de Berlín, de Munich, de Viena, de Konisberg.
Sin embargo, la gran puesta en marcha no vino sino un año mas tarde, cuando Hitler quiso, en Junio de 1941, liberar Europa de la tiranía comunista de un Stalin decidido, desde hacia mucho tiempo antes, a devorar a Europa, ultimando para entonces (como lo ha reconocido el propio Mariscal Zhukov) los últimos preparativos para la embestida soviética.
Frente al peligro común, centenares de miles de jóvenes no europeos, rechazando el conformismo y la falta de imaginación de sus países atrofiados, se apresuraron a llegar a la cita del sacrificio.
Desde hacia siglos todos vivían apergaminados bajo su pequeño caparazón nacionalista, cada uno mirando a su vecino con desconfianza o con irritación, ignorando que, desde hacia siglos, ellos no formaban en suma mas que una sola raza, una sola civilización, que todos ellos eran los hijos de una patria común, Europa, veinticinco veces centenaria. Una misma espiritualidad les animaba, cualesquiera que fuesen las formas de su regocijo.
Descolgándose desde Jutlandia, Frisia, Bravante, las Ardenas, la Bauce, los Apeninos, se encontraron todos, mil doscientos años después de Carlomagno, reunidos en una inmensa cohorte juvenil, donde por fin, descubrieron su unidad.
Ciertamente fue necesario tiempo. Estaban separados por algunos siglos. El servicio común, los mismos sufrimientos, los camaradas que morían entremezclados unieron a estos muchachos de veinte países larga y artificialmente opuestos. Fuertes soldaduras les juntaron durante cuatro años en los errores de los mismos combates; respaldándose con una sinceridad siempre creciente, se dieron cuenta que una misma fe política les unía pero que, aun mas, la identidad de sangre les hermanaba. Sus pueblos no eran más que un pueblo. Europa era el manojo soberano de los gladiolos flamantes de sus países de origen.
Las Waffen SS seria el crisol gigante en el que se interpenetraran en una fusión ardiente los diversos genios de la Europa histórica.
Por su parte, frente al peligro soviético que amenazaba cada parcela de la antigua Europa, la Waffen SS alemana desde sus comienzos, había tomado conciencia no solamente del peligro que amenazaba indistintamente a todos los antiguos piases rivales del Continente, sino también, pero sobre todo, de las enormes realidades positivas que, desde siempre, habían soldado las diversas comunidades populares de Europa. La Europa de Cesar y de Augusto. La Europa de Carlomagno y de Godofredo de Bouillon. La Europa de Federico II de Hohenstaufen y de Carlos V. La Europa del Principe Eugenio de Saboya y de Napoleón Bonaparte. La Europa, también, de Voltaire y Goethe. La Europa de los grandes apóstoles místicos, uniendo bajo una misma fe a los galos, los iberos, los germanos, los latinos, los eslavos, desde Ucrania hasta las lejanas orillas del Báltico.
Unas después de otras, las diversas legiones alemanas y no alemanas del Frente del Este se unieron así libremente, en representación directa de su pueblo, en el seno de una Waffen SS convertida en el gran centro de atracción y posteriormente de reunión de un millón de jóvenes europeos, futuros constructores del porvenir. En esta federación multinacional cada uno había conservado su lengua, sus banderas, su personalidad. La lengua alemana, segundo idioma, estaba llamada a convertirse en el instrumento libre de los acercamientos nacionales. Nuestras ideologías, ciertamente, eran semejantes, pero hasta entonces muy fragmentadas. La Waffen SS les aportaba la potencia de la voluntad, de la organización y de la unidad de esfuerzos.
Gracias a ella, en la hora de la gran conmoción creadora al día siguiente de la victoria, todos estarían igualmente disponibles, cada uno en su esfera natal, para dar a Europa un espíritu y una estructura.
La Waffen SS se había convertido en el enorme cuerpo de asalto de la revolución nacionalsocialista.
Material y espiritualmente, este mundo nuevo estará marcado por el espíritu de cuerpo, por la disciplina, por la potencia de la ideología: la entrega total de las energías al servicio de un ideal absoluto.
La obra común obtendría sus frutos: orden del Estado, duradero, indestructible, justicia social, en el trabajo en equipo de todas las clases; amplio desarrollo familiar, célula básica de la estabilidad de la sociedad y de la felicidad individual; imaginación en la creación de riquezas materiales, armoniosamente adaptados a la apertura moral de una comunidad, plena del espíritu de solidaridad y del sentido heroico de la vida. A la potencia física y a la potencia ideológica, se añadiría la potencia en la acción.
Alemanes y no alemanes, rondando el millón, formábamos una formidable fraternidad europea. Al regresar a nuestros países respectivos hubiésemos sido los maestros de obras en el levantamiento de la Europa unida, una elite resuelta que hubiera guiado, durante una generación, a unas mesas generalmente insustanciales, acéfalas, entregadas por añadidura a unas querellas sociales estúpidas y desgarrándose políticamente, víctimas ciegas de agitadores y de clanes inmensos en el egoísmo y en la ambición.
Nosotros hubiésemos devuelto a nuestros pueblos la dignidad. Les habríamos instalado en el florecimiento social y en la comodidad, pero al mismo tiempo en la paz sublime de lo bello, lo noble, lo grande. La materia, entregada a sí misma, muere o mate. Solo el ideal tiene alcance eterno.
Nosotros poseíamos este ideal, si, nosotros, los jóvenes europeos de la Waffen SS, cualquiera que hubiese sido nuestro país de origen, nuestro viejo país tan querido, pero un país que iba a dejar de vivir replegado sobre si mismo.
Un intenso aire vivificador expulsaba las miasmas asfixiantes de viejas decadencias.
Nuestras voluntades hubieran federado, en todos los rincones de Europa, los esfuerzos de nuestros pueblos en una unidad suntuosa, y no -cómo hoy día- en una vaga federación, a menudo huraña, de mercaderes de tomates, de avellanas, de corderos, y de chuletas de cerdo, o propietarios vanos de millones de toneladas de mantequilla que se secan o pudren en almacenes súper colmados por la locura y la anarquía económica.
La revolución Waffen SS no hubiese sido solamente la del bistec, sino la de una doctrina enriquecedora de las comunidades humanas, elevando los espíritus en el seno de una colaboración basada ante todo en el orden político y social, en el espíritu comunitario y en los más altos principios morales, pilares de la reconstrucción.
La Waffen SS fue todo esto: un ejercito continental como no se había conocido en época alguna (mas del doble de la «Grande Arme»), un ejercito que no era solo militar sino ideológico, capaz de asegurar, gracias a su fuerza y a su doctrina, la reunificación y el renacimiento de los miembros dispersos de una Europa cuyos falsos demócratas de antes de 1940 la habían disecado la inteligencia y cortado los nervios.
Un viejo rencoroso e impotente -Roosevelt-, un loco furioso de genio sombrío -Stalin- hicieron de Europa en 1945, un medio continente a merced de sus apetitos.
Durante largo tiempo, puede que para siempre, Europa no será más que un pañuelo de bolsillo en el que se sonaran los poderosos.
Así fracaso la más asombrosa experiencia política y militar jamás intentada. Fue única por su carácter y por su extensión: de 1941 a 1945, un millón de muchachos de 28 países de Europa, reunidos en seno de la Waffen SS ofrecieron su juventud, y a menudo, su vida (400.000 Waffen SS murieron en el transcurso de la Segunda Guerra Mundial…) Para crear una Europa consagrada a la justicia social, a la solidaridad, al orden y a la grandeza.
Evocar el recuerdo de este millón de caballeros es justo y saludable. Hoy día, ellos se encuentra maculados por las hordas de impotentes que son roídos por la envidia y el odio: efectivamente, ellos ¿que han hecho?
A pesar de todo, en esta hora miles de jóvenes rehúsan la capitulación y no aceptan el descenso a las nuevas cloacas de infames y de cobardías políticas del mundo actual.
El gran ejemplo del millón de jóvenes héroes desinteresados de la Waffen SS, que vive y muere para un ideal de fuego, quizá reanime un día los incendios que se crean apagados bajo los ultrajes. En esta espera, mientras tanto, ¡Honor y gloria al mayor ejercito ideológico de la historia de los hombres!
Dentro de mil años aun se hablara de estos soldados de hierro, tres mil veces más numerosos que los héroes de las Termópilas.
El héroe, dondequiera aparezca, no muere nunca del todo. Su espíritu continúa marchando como un abanderado a la cabeza de los pueblos.
La Waffen SS, al sucumbir tras una lucha titánica, ha entrado para siempre en la inmortalidad.
León Degrelle.
PRÓLOGO
Al inaugurar este emprendimiento, quienes representamos a Ediciones Sieghels, queríamos no sólo poder reflejar los temas básicos que conforman nuestras áreas de interés (Segunda Guerra Mundial, Tradición Imperial, guerrera y heroica, historia silenciada, Trascendencia y espiritualidad, Honor y Lealtad) sino poder rescatar la esencia de todos ellos. Evidentemente encontrar un libro que lo sintetice sería casi imposible, pero curiosamente encontramos en León Degrelle a un Hombre que, aunque a alguno pueda no gustarle, no se le puede negar que ha vivido en este marco, imbuido en estos valores, y que su vida es muestra clara de ello.
Referente a la temática elegida, tenemos que decir que, a nuestro entender, las SS, y luego las Waffen SS, constituyen uno de los hitos más importantes de la historia reciente.
Aunque no sea este el lugar para desarrollar su significado, diremos brevemente que, a nivel de principios, se trataba de una organización cuyo centro lo constituían valores tan elementales como el Honor y la Lealtad; que buscaba, a partir de la constitución de una élite, la creación de un Nuevo Orden guiado por los más altos valores de la tradición europea, basado a su vez en un Nuevo Hombre para quién la figura del héroe constituía su arquetipo. No pretendemos poner en tela de juicio en qué medida ello se logró o no, sino rescatar el hecho de que su cosmovisión constituye una Idea fuerza que puede transformarse en el motor de una vida que apunta hacia la grandeza humana y hacia la trascendencia. (1) En su seno se hacía una constante exaltación de un pasado de grandeza que permitiera asentar raíces en aquello que de noble, fuerte, bello y heroico tiene la herencia de la humanidad, y así, entroncado en tal herencia, poder encontrar la firmeza en el presente y la guía para el futuro. Incluso en sus símbolos fue guiado por el Águila del Sacro Imperio, siempre ligada a los poderes divinos; por el símbolo solar por excelencia, la swástika; y por las runas de la victoria del Espíritu.
Este constante voltear hacia el pasado no se explica entonces por una mera nostalgia ni por una pura fantasía, sino que encuentra su fundamento en el redespertar de unos valores que efectivamente sirvan tanto a una cosmovisión formadora en el presente como a el bosquejo de un futuro más luminoso.
Este hito que fueron las SS, aún hoy nos sirven para mostrar el camino para rescatar los valores de la Tradición Europea, portando la antorcha de aquellos que se unieron por Europa hacia lo grande y puro. De tal forma traen también al escenario político un tema de actualidad: la unidad de Europa basada no ya en criterios materialistas y contingentes sino en valores e ideas, en una Tradición que les es común a los países que la integran.
En cuanto al ámbito militar, ya con las Waffen SS, demostraron estar a la altura siendo los soldados mejor preparados, fruto de un duro entrenamiento y una exhaustiva selección, con un arrojo y heroísmo pocas veces visto en la historia militar de los últimos siglos. Pero sobre todo nos dejaron el excepcional ejemplo de como soldados de los más diversos países llevan a la práctica la unidad de una tradición europea común luchando como Camaradas, hombro a hombro por una Idea.
Ahora bien, llegada la hora de contar la historia de las SS, nos encontramos que, aún cuando han transcurrido más de 60 años, todavía se sufren los influjos de la censura y propaganda de guerra, cuando no directamente el interesado objetivo de tergiversar la historia. Es así que quienes intentan mostrar el punto de vista alemán, o deben aceptar matizaciones de todo tipo para que los dejen expresarse, o sufren presiones y/o desprestigio que los obligan a callar. A nivel editorial vemos, por ejemplo, en España a “Editorial García Hispan”, “Ediciones Nueva República” y “Ediciones Ojeda”, o en Argentina a “Librería Argentina” y “Videos Walhalla” sufriendo todo tipo de persecuciones e incluso algunos de ellos afrontando costosos procesos judiciales debido a que algunos de sus libros no se ajustan a lo que la Dictadura académica y democrática permite que se cuente de la historia. Aun cuando sus libros son históricos y no infringen ley alguna, o lejos estén de contener apología de algún delito. Sin embargo ellos valientemente continúan luchando por la libertad de expresión, amparada en todas las constituciones, y contra el pensamiento único que se quiere imponer. A nivel de escritores, o simplemente protagonistas que relatan sus experiencias, encontramos por un lado los que se han cambiado de bando criticando duramente lo que antes apoyaron, pudiendo gozar así del aplauso y promoción de sus ex-enemigos; los que tienen que matizar sus relatos con las típicas críticas para que se les permita sobrevivir y contar sus experiencias; y por último a los proscriptos del sistema, perseguidos y desprestigiados, cuando no directamente amenazados o coercionados, para que no se les permita contar su visión de la historia. Entre ellos destaca por sobre los demás Léon Degrelle, el hombre que aun a pesar de tener que soportar duras penas mantuvo intacta la insignia de su Lealtad.
León Degrelle, terminada la segunda guerra mundial, se convirtió e uno de los hombres más aptos para contarnos la historia de las Waffen SS. No sólo por su posición de privilegio en esta organización o por los logros y condecoraciones recibidas sirviendo en ella, sino porque de todos los sobrevivientes fue el único que con gran heroísmo, el mismo que demostró en el campo de batalla, nunca aceptó las presiones que lo quisieron hacer callar. Aún cuando mataron a sus padres y su hermano, mantuvieron prisioneros a sus hijos, crearon una inaudita ley especialmente dedicada a su persona para que en su país no se permita hablar de él, intentaron secuestrarlo o matarlo unas 6 veces por el crimen de pensamiento discordante instituido por las democracias, él nunca calló su historia.
Y en palabras de Degrelle, “las Waffen SS fue la más asombrosa experiencia política y militar jamás intentada. Fue única por su carácter y por su extensión: de 1941 a 1945, un millón de muchachos de 28 países de Europa, reunidos en el seno de la Waffen SS ofrecieron su juventud, y a menudo, su vida para crear una Europa consagrada a la grandeza.
El gran ejemplo del millón de jóvenes héroes desinteresados de la Waffen SS, que vive y muere para un ideal de fuego, quizá reanime un día los incendios que se creían apagados bajo los ultrajes. En esta espera, mientras tanto, ¡Honor y gloria al mayor ejército ideológico de la historia de los hombres!
Dentro de mil años aún se hablará de estos soldados de hierro, tres mil veces más numerosos que los héroes de las Termópilas.
El héroe, dondequiera aparezca, no muere nunca del todo. Su espíritu continúa marchando como un abanderado a la cabeza de los pueblos.
La Waffen SS, al sucumbir tras una lucha titánica, ha entrado para siempre en la inmortalidad.”
Increíble es que, después de todo lo que sufrió por mantenerse leal, sus enemigos lo traten de mentiroso o fabulador cuando nada ganó por expresar su pensamiento, más bien lo contrario. Nosotros creemos que su estoicismo ante esta adversidad fortalece la veracidad de sus palabras.
Merece mencionarse que sus adversarios no contestaron ni intentaron refutar sus palabras sino que simplemente lo persiguieron con saña. Hasta tanto llegó esta locura que a su muerte, en un también inaudito exilio forzado post-morten, se prohibió que sus cenizas retornen a su país por … ¿miedo a que su ejemplo y figura los atormente desde la tumba?
En honor a su memoria esperamos colaborar desde aquí a que la censura no termine de instituir el pensamiento único y la diversidad de ideas siga siendo posible. También rendimos homenaje a aquellos para quienes su Honor es su Lealtad.
Pablo Siegel
Buenos Aires, Argentina
2008
NOTA:
Aprovechamos para agradecer a las editoriales ya nombradas por el magnífico trabajo que realizan y el apoyo que han demostrado; y por sobre todo a la Asociación Cultural «Amigos de Léon Degrelle» que amablemente nos ha permitido utilizar gran parte de su encomiable trabajo.
- Tampoco los errores o supuestos crímenes cometidos pueden invalidar el principio ya que la aplicación depende de factores humanos que pueden no estar a la altura de lo proyectado.
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