Descripción
Introducción
«Nuestras ideas científicas valen en la medida en que nos hayamos sentido perdidos ante una cuestión, en que hayamos visto bien su carácter problemático y comprendamos que no podemos apoyarnos en ideas recibidas, en recetas, en lemas ni vocablos. El que descubre una nueva verdad científica tuvo antes que triturar casi todo lo que había aprendido y llega a esa nueva verdad con las manos sangrientas por haber yugulado innumerables lugares comunes». José Ortega y Gasset, La Rebelión de las Masas.
Puede parecer ocioso volver al pasado de la Segunda Guerra Mundial. En verdad, lo fuera, si sólo buscásemos citar fechas y narrar acontecimientos. Pero no lo es cuando volcamos la mirada al pasado con el propósito de adquirir luces para explicarnos el presente, y prevenir nuestro futuro. Conociendo mejor el origen de lo que ocurrió y de lo que ahora ocurre, más podrá preverse lo que está por ocurrir.
Pocos vislumbraron que en la madrugada del primero de septiembre de 1939 ya se hizo visible los cimientos de lo que ahora sucede y de lo que está por suceder. Como alguien dijo, en el destello de la Segunda Guerra Mundial hay relámpagos que iluminan los decenios y quizás los siglos por venir. Abundante se ha escrito sobre aquella guerra. Torrentes de libros, de investigaciones y crónicas llenan nuestras bibliotecas. Libros de historia aparentemente serios. Programas de televisión y películas nos enseñan los insondables crímenes de los “alemanes” y el sufrimiento inconmensurable de los “judíos”. Una verdadera y programada falsificación histórica moldea la opinión pública. Luego, apoyadas sobre éstas conspiran, extorsionan y nos llevan a guerras de las que sólo ellos se benefician. La poderosa influencia de los mismos invisibles instigadores, que se atribuyen ser dueños del mundo porque dicen ser “pueblo elegido de Dios”, que ensombrecen escenarios, que infiltran aberraciones y que trastocan abyectamente la historia, no puede permanecer eternamente impune.
Esta falsificación de la realidad, de la historia hizo que muchos intelectuales falsearan sus investigaciones en base a erróneas premisas. Porque, una vez planteado el problema sobre falsas premisas, las conclusiones serán también lógicamente incorrectas. “…es tan frecuente que hombres de profunda comprensión y sólido criterio confiesen ahora su desconcierto ante los sucesos internacionales”. Autoridades intelectuales de ayer, caen hoy como ídolos de barro.
El perverso fraude que el mundo soportó al sacrificar millones de vidas, para posteriormente quedar en circunstancias infinitamente peores que el pasado, no es producto de la casualidad. Si la consecuencia sólo fuera desorden quizá nada habría de dudoso. Pero tras la perplejidad que el mundo enfrenta hoy se esconde un sorprendente tejido de acontecimientos. Al interior del supuesto desorden hay un encadenamiento extraño de hechos que se subordinan a una misma fuerza, impulsado por el poderoso lobby judío-norteamericano: Dueño del Gobierno estadounidense y del Sistema Financiero Mundial. El verdadero enemigo. Entonces, la situación actual no es el resultado fortuito del desorden, sino la notable culminación de una serie de actos que se enlazan siguiendo una secuencia y un camino, cuyo origen es el Mito del Holocausto. Mito desestabilizador del mundo contemporáneo, por el que ahora nos hallamos en la coyuntura más peligrosa de la historia.
La investigación de la historia que nos ofrece el “Revisionismo Histórico”, debe llevarnos ineludiblemente a la destrucción del Mito fundacional del Holocausto. Que, luego se convertirá en un acto re-fundacional que abarcará a la totalidad del mundo contemporáneo. Entonces la devastación del Mito, laboriosamente construido, será el corte de ese cordón umbilical legitimador de la irracionalidad más abyecta que nos conduce a guerras permanentes. Ahí el propósito del libro.
No somos historiadores de profesión. No obstante, ante el silencio de nuestros historiadores que jamás cuestionarán nada y se conforman con repetir textos oficiales, dejando un enorme vacío investigativo es que intentamos llenar ese vacío. Así, el texto es producto de tres años de profunda investigación bibliográfica; para luego, en base a una sistematización de textos de los historiadores, denominados “Revisionistas”, informar lo investigado. Historiadores Revisionistas, que han dedicado toda una vida a develar la historia verdadera que nos ocultan los historiadores oficiales, que se enseñan desde la escuela hasta las universidades; desde las películas de Hollywood, hasta los canales televisivos. A pesar del peligro de los grupos de choque judíos y posteriormente de las leyes que prohíben negar el holocausto judío, el revisionismo histórico crece y creemos ser parte de ello. Somos conscientes del peligro que implica ser parte de la orientación revisionista, en realidad ya sufrimos sus brutalidades, y aún así, aquí estamos.
La seriedad académica del “Revisionismo Histórico” obliga y compromete una investigación con el máximo rigor metodológico posible y con la necesaria claridad conceptual. Cada tesis formulada tiene su respectiva fundamentación teórica y un sólido respaldo documental, producto de una rigurosa búsqueda de información. Sin embargo, no somos neutrales, ni pretendemos serlo; por tanto, trasluce en el texto un espíritu de “rebelión”, sin quitar – en absoluto – la objetividad histórica.
El libro se organiza en cinco capítulos. En el Primero, se muestra que el llamado “antisemitismo” no es como pretenden que creamos, un engendro de Hitler. El libro: El antisemitismo de Bernard Lazare, muestra que donde el judío vive hay antisemitismo y que él es la causa. A continuación, se expone que el Nacionalsocialismo de Hitler llega al poder el 30.01 de 1933 a través de una cómoda victoria electoral y en 1936, vuelve a ganar con el 98.8%. Resultado jamás visto en la historia y no registrado en los millones de tomos de historia en el mundo. Esto se explica porque son los judíos quienes manejan las grandes editoriales y quienes finalmente deciden qué se debe publicar y que no.
Documentalmente se expone que las reformas contenidas en el programa del partido nacionalsocialista, excluye a los judíos de la vida política y administrativa del Reich. Además, se les imposibilita toda actividad relacionada con la prensa. Sin embargo, a los militares de origen hebreo que participaron en la Primera Guerra Mundial se les retiraba con una pensión correspondiente a su paga integra. Los mismos derechos les eran reconocidos a sus hijos. Los funcionarios públicos que no hubieran tomado parte en la guerra, fueron retirados de sus cargos, cobrando la indemnización que reglamentariamente les correspondiera. Estas fueran las medidas de los nazis con respecto a los judíos y no toda la sarta de mentiras que se nos muestra a través de los medios de comunicación. Además, la ideología según la cual los judíos no eran alemanes era sustentada por los propios judíos. Por ejemplo, Chaim Weizmann, comunista nacido en Rusia, que llegaría a ser el primer Presidente del Estado de Israel, escribió: “Somos judíos y nada más. Una nación dentro de otra nación”. A esta actitud, se la conoce como doble juego judío: exigir todos los derechos ciudadanos de un país sin dar nada a cambio. Grandes hombres de todas las épocas criticaron esta actitud. Incluso Jesucristo, cuya opinión contra los judíos, tiene una rudeza que ni siquiera el mismo ministro de propaganda nazi lo supera.
Por otra parte, se pone en evidencia, cómo a menos de dos meses de llegar Hitler a la cancillería; el judaísmo internacional le declaró la guerra, no sólo al gobierno nazi; sino al pueblo alemán. Con amplia bibliografía, mostramos el sentimiento de odio del judaísmo al pueblo alemán. Un pueblo que sólo estaba defendiendo su patria, que se encontraba en manos judías. Como lo hace cualquier patriota. Claro, menos el apátrida judío. Es innegable, y ha sido admitido por numerosos autores y políticos judíos, que el Mosaísmo Internacional, hizo lo imposible para provocar una guerra mundial contra Alemania. Se lee, por ejemplo, en una famosa publicación judía de Chicago: “La segunda guerra mundial es la lucha por la defensa de los intereses fundamentales del Judaísmo, todas las demás explicaciones no son más que excusas o razones complementarias”.
La segunda parte de este primer capítulo, gira en torno a la imagen criminal del pueblo alemán que nos enseña la historia oficial, en libros, textos escolares y en absolutamente todos los medios de comunicación; que es financiada y utilizada por el judaísmo mesiánico para justificar las más horrendas acciones criminales del Estado de Israel, cometidas no sólo en Palestina sino en el mundo entero. “Entonces, la creación del Estado de Israel es la respuesta de Dios al Holocausto». Por tanto, los actos terroristas son un acto de fidelidad al Dios que advierte y reconoce a su pueblo. Y, además, desde hace más de siete décadas, bajo el manto de las «víctimas”, la industria del Holocausto extorsiona billones de dólares a países como Suiza y Alemania.
En el segundo capítulo, se revela que los atentados terroristas a la Embajada de Israel y la AMIA en Buenos aires, fueron en realidad auto-atentados. Un grupo judío atenta contra otra facción judía por problemas intrajudíos: pero, el judaísmo en su conjunto proyecta transferir la responsabilidad de esas operaciones a terceros actores, que no tuvieron nada que ver con tales acontecimientos. Estas acciones terroristas intra-judías, se dan en momentos de negociaciones del “Plan de Paz” respecto al conflicto judío – palestino. Surge, entonces, la necesidad de establecer en la opinión pública occidental la idea de que en la Argentina había existido un «Holocausto». De esa manera, responsabilizar al gobierno y sociedad argentina de esos atentados. Así, cuanto más grande sea el «Holocausto», mayores serán las posibilidades de que existan «verdugos antisemitas» en la Argentina, invisiblemente conectados con el «terrorismo islámico». Ambos unidos por su odio a los judíos. Finalmente, para cerrar el capítulo, se analiza la peligrosidad de admitir en la Argentina la vieja idea por la cual debe existir una «emancipación política» de la comunidad judía instalada como «huésped» dentro de un Estado ajeno. Es decir, despojar a los argentinos parte de su territorio para crear un nuevo territorio judío.
En el Tercer Capítulo, preguntamos: Si realmente hubo seis millones de judíos asesinados. ¿Dónde está el arma del crimen? Porque hasta hoy, con todo el poder económico que disponen los judíos sionistas y religiosos; con toda la tecnología existente para encontrar el arma homicida y hasta las cenizas de aquellas supuestas víctimas; no muestran ni el arma del crimen, ni los restos de los supuestos gaseados y cremados. Y, concluimos con abundante prueba bibliográfica, que si no muestran el arma del crimen es porque nunca hubo dicho crimen.
También develamos en este capítulo, que, si los alemanes hubieran querido gasear personas en masa, habrían usado uno de los gases altamente tóxicos que elaboraba su industria. Porque, entre los más importantes descubrimientos bélicos del III Reich, están los llamados “neurogases”. Al nacionalsocialismo de Hitler, le hubiese sido suficiente dos bombardeos con esos gases para producir tantas o más víctimas que las bombas atómicas lanzadas sobre Hiroshima y Nagasaki. Por ello, resulta una ofensa al sentido común leer todas las idioteces de los gaseamientos con monóxido de carbono de motores a diesel, la utilización de agua hervida, los asesinatos en masa con corriente eléctrica o el uso del insecticida Zyklon B en las cámaras de gas. Otras justificaciones del mismo calibre a las interpelaciones son, por ejemplo: No existe ni un solo documento alemán: Es que los nacionalsocialistas daban sus órdenes de asesinato sólo oralmente. No se hallaron fosas comunes: es que los nazis cremaban los cadáveres. Del mismo modo la ceniza de los 600.000 asesinados desapareció: es que los nazis dispersaron las cenizas. De las cámaras de gas no subsistió ni una piedrita: es que los nazis hicieron volar las cámaras de gas y eliminaron los escombros. Y, cuando se habla de las supuestas maldades alemanas, ninguna literatura menciona que: puntualmente se procedía con toda severidad contra incorrecciones de superiores de las SS. “El comandante de Buchenwald, Karl Koch, fue fusilado por corrupción y asesinato; Hermann Florstedt, comandante de Majdanek de pésima fama, fue ahorcado en presencia de los detenidos”.
Tampoco se menciona que la mayoría de las muertes se debía a epidemias, como fue el tifus exantemático que era transmitido por el piojo. Para combatirlo se usaba un insecticida denominado “Zyklon B”, que luego los inventores del Holocausto rebautizaron como el producto para el exterminio de seres humanos. Es así como los vencedores ocultaron hasta el día de hoy las verdaderas causas de la muerte de millones de judíos y no judíos e inventaron un crimen único en la historia de la humanidad: el Holocausto. El aniquilamiento sistemático de un pueblo entero, del bebé recién nacido a la bisabuela centenaria, en cámaras de gas: armas fantásticas de destrucción masiva como las de Irak, que casualmente tampoco se exhibieron luego de concluido ambos conflictos. Y dicen que la historia no se repite.
Lo curioso o aberración jurídica es que, en ninguno de los juicios contra los nazis, en los que se trataba supuestamente de millones de asesinados, se ordenó elaborar un dictamen. Ningún químico, ningún ingeniero, llegó a examinar jamás ni las cámaras de gas de Majdanek y Auschwitz, ni los escombros de las cámaras de gas de Birkenau. Ditlieb Felderer, un sueco revisionista descendiente de austriacos y Testigo de Jehová; en el transcurso de varios años de pesquisas, descubrió que los nazis no habían asesinado a 60.000 Testigos de Jehová, sino exactamente a 203 y que las “cámaras de gas”, no eran tales. Como recompensa a sus años de investigación fue encarcelado y, siguiendo el procedimiento soviético-comunista, sometido por la fuerza a una revisación siquiátrica”
Es concluyente el trasfondo del Holocausto: 1) Coerción económica. 2) Avasallamiento del territorio palestino y, en consecuencia: 3) La expulsión de los originarios habitantes palestinos de su territorio. Al igual que el ex Presidente Iraní Ahmadinejad nos preguntamos: si la guerra ocurrió en Europa, ¿qué culpa tienen los palestinos? Porque las vidas de los palestinos son destruidas; sus territorios son despojados, con el sacrosanto pretexto del bendito Holocausto.
Finalmente, en el Cuarto Capítulo, empleando el método matemático-demográfico demostramos que el régimen nacionalsocialista alemán de Adolf Hitler, NO exterminó a seis millones de judíos en las supuestas cámaras de gas. Y en un brevísimo texto, afirmamos que el pueblo judío no sólo rechazó a Cristo, sino que le crucificó. De esta manera, el mismo pueblo de Israel extinguió premeditadamente y de la manera más fatídica su total rompimiento con Dios por el pavoroso crimen de Jesucristo. Concretamos, además, que el corazón del «Holocausto» lo constituye la portentosa mentira de la «cámara de gas». Por lo tanto «El Holocausto de los judíos es una mentira» que es lo mismo decir «Los seis millones de judíos muertos son mentira». Que se resume en la fórmula: «Las Cámaras de gas Nazi son Mentira”. Porque, en casi setenta años, ningún judío o los millones de filo judíos que proliferan en las universidades, las escuelas y los medios de comunicación, derrochando su “sabiduría”, han sido capaces de enseñarnos, un solo ejemplar de esas armas de destrucción masiva llamadas “cámaras de gas”. Arrinconados contra la pared de la realidad histórica por obra de los revisionistas, los historiadores, judíos o filo-judíos, han concluido por admitir que, desde el punto de vista histórico y científico, no les queda sino reconocer: Que no pueden invocar ningún documento que pruebe el crimen. Que son incapaces de proporcionar el menor perfil del arma del crimen. Que no poseen pruebas ni elementos de prueba. Que no pueden nombrar ningún testigo fidedigno; y que su informe está destinado a los cubos de basura de la historia.
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