Porqué luchamos (Manifiesto de la Resistencia europea) – Guillaume Faye

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Author: Guillaume Faye
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Descripción

Faltaba en la corriente identitaria una verdadera doctrina de síntesis ideológica y política que, más allá de todos los partidos, tendencias, capillas y sensibilidades, reúna por fin alrededor de ideas y de objetivos claros al conjunto de las fuerzas que se oponen a la dramática decadencia de los europeos.

Nuestros pueblos se enfrentan, en efecto a los mayores peligros de su historia: hundimiento demográfico, sumersión por la colonización alógena y por el Islam, bastardización de la construcción europea, sumisión a la hegemonía americana, olvido de las raíces culturales, etc.

Bajo la forma de textos esenciales y sobre todo de un diccionario fundamental de 177 palabras clave, Guillaume Faye, uno de los autores más fecundos de la “derecha” europea, establece un diagnóstico completo de la situación y propone un programa de resistencia, de reconquista y de regeneración de los valores. Proyecta una alternativa radical y revolucionaria a esta civilización degenerada. El objetivo de este manifiesto es unir por una doctrina común de lucha todas las voluntades deseosas de constituir una Red europea de rebelión, olvidando las querellas intestinas y las diferencias superficiales.

Política, economía, geopolítica, demografía, biología, etc., todos los temas son abordados.

Como lo fue para la izquierda del siglo XIX el “Manifiesto del Partido Comunista” de Karl Max, «Porqué Luchamos» está destinado a convertirse en el manual básico de las fuerzas identitarias europeas del siglo XXI. Su posesión y su atenta lectura son absolutamente indispensables.

Prólogo y advertencia

 

Hacer un bloque en torno a ideas claras contra el enemigo común

Las peores guerras son las que nadie ha declarado. Estallan con sordina, como un mal viento, y son las más ásperas, las más mortales.

Europa de hoy, en distintos grados, se enfrenta a la mayor amenaza de su historia, que corre el riesgo —y no forzosamente en sangre— de hacer desaparecer para siempre su civilización. Europa está en guerra, y no lo sabe. Sin duda, pero se le oculta por la clase política de la avestruz que oculta su cabeza en la arena para conjurar la amenaza.

Estamos ocupados y siendo colonizados por los pueblos del Sur y por el Islam, de manera rápida y masiva. Se nos somete al nuevo orden mundial americano, económico, estratégico y cultural. Y los dos fenómenos van de la mano. Somos emasculados por las ideologías de la decadencia y el optimismo artificial, en presa a una regresión de la cultura y la educación hacia el primitivismo, y al simulacro de una prosperidad frágil.

Europa —todos sus pueblos emparentados y sus naciones hermanas— es el hombre enfermo del mundo. La decadencia demográfica lo indica, como la desvirilización fisiológica, y el etnomasoquismo de la ideología hegemónica, protegidos por los censores de lo políticamente correcto y sus guardianes mediáticos o judiciales. Se nos mina desde el interior, y también somos atacados y minados desde el exterior. Tenemos un conflicto a la vez con los asaltantes, los ocupantes, y también con los colaboradores, es decir, la mayoría de la clase político-mediática y de los intelectuales, clasificados a la izquierda o a la derecha. Nuestro pueblo no lo percibe (aún) puesto que las cestas del supermercado están (aún) llenas. En secreto, todo el mundo no duda que el conflicto haya comenzado, pero la mayoría lo niega ya que nadie tiene por el momento el valor de batirse. Por el momento…

El aumento de los peligros, la marcha hacia el caos que nosotros comenzamos a entrever hoy son la condición quizá indispensable de una rebelión y de un despertar. Ya que no tenemos aún nada a la vista. La tragedia no ha hecho más que comenzar su primer acto.

Como en toda guerra, la libertad de expresión de los defensores es tomada a mal. No es necesario llorar, es la regla del juego. Con todo, poseemos aún inmensos recursos en toda Europa. No se pierde nada y el pesimismo no sirve.

En la historia, son siempre las minorías combatientes quienes triunfan, contra las masas amorfas. No se trata ya de ser de izquierda o derecha, sino de tomar el partido de la resistencia.

En medio de la tragedia que afecta hoy al pueblo europeo, habida cuenta de los inútiles enfrentamientos entre los distintos movimientos identitarios, una fuerte necesidad se hace sentir de formular una concepción sintética del mundo en torno a poderosas ideas capaces de reunir sobre todo el Continente —nuestra gran patria— a las familias de espíritu y las fuerzas políticas artificialmente separadas, pero de acuerdo sobre la parte fundamental: la defensa de nuestra civilización y nuestra identidad en peligro, y también los principios de una regeneración.

Por todas partes se tiene en cuenta la espera de una movilización en torno a un discurso claro y federalista de resistencia y reconquista, que escapa a la vez a la escolástica intelectual, pasada de moda, al sectarismo y a las nostalgias paralizantes. Simplemente porque nunca la urgencia ha sido tan urgente. Es importante reflexionar sobre la plataforma ideológica unificadora, que no procede de una capilla sino de una reflexión lúcida y sincera. Cuando el fuego está en la casa, es necesario acabar con las peleas internas.

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En efecto, una refundación ideológica se ha vuelto necesaria. Pasa a la vez por la afirmación sintética de una doctrina general, y también por una definición rigurosa de los conceptos, fundamentos de la argumentación y la propaganda. Esta es la razón por la que este manifiesto toma en gran parte la forma de un “diccionario”.

La confusión doctrinal, los falsos debates, las oposiciones artificiales, las aproximaciones y los intercambios intelectuales, las luchas de clanes y la edulcoración de las ideas por deseo de conveniencia y respetabilidad ya han durado demasiado. Es necesario hacer reaparecer una línea clara. Una clase de mínimo poderoso, donde el mayor número de sensibilidades y voluntades podrá agruparse.

No es tiempo ya dónde se decían las cosas a la mitad, donde se practicaba el juego del “doble discurso”. Hay que dejar lugar al pensamiento radical, es decir, aquel, no trufado de extremismo, sino que va a las raíces. La verdad es siempre ganadora y es la forma más eficaz de la astucia.

Es el tiempo de la corriente de pensamiento identitaria, en sentido amplio, de reafirmarse como el más lúcido y el más ambicioso. Su visión del mundo es mucho más realista y adaptada al futuro que el de la ideología igualitaria y cosmopolita dominante, la que va de la derecha soft a la loca izquierda neotrotskista. Todos los hechos, ya sean históricos, geopolíticos, demográficos, étnicos, económicos, sociales, dan la razón a la visión identitaria y desigual del mundo. Esta visión, la única que es auténticamente rebelde y disidente, tiene vocación, en toda Europa, de desbordar de sobra sus medios naturales y esto, sobre todo teniendo en cuenta, que el siglo XXI, que se anuncia como el de las crisis principales, donde será necesario volver a poner los péndulos a cero, donde revisiones ideológicas rasgadoras, reclasificaciones inesperadas, radicalizaciones sorprendentes se realizarán bajo la presión de las circunstancias.

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Anteriormente, había publicado un opúsculo titulado también Porqué Luchamos, así como un Pequeño Léxico del Partisano europeo con Robert Steuckers y Pierre Frison, hace una quincena de años. Había sido objeto de varias ediciones piratas. Pero estos textos antiguos, aunque guardan toda su pertinencia, ya no se adaptan a la situación de urgencia actual.

Desde el pasado, ningún manifiesto o texto de síntesis ideológica se había publicado; excepto el último libro de Pierre Vial, Una Tierra, un Pueblo, del cual comparto todas sus orientaciones y las líneas “arqueofuturistas” que todavía son las nuestras: es decir, la defensa conjunta de las tradiciones ancestrales y de un futuro imperial, como las ideas centrales de resistencia y reconquista. Precisar pues que este manifiesto y este diccionario podrá ser completado muy provechosamente por los análisis de la obra antes citada.

Atención con los falsos amigos

Es necesario poner en guardia, en toda Europa, los jóvenes espíritus resistentes y disidentes contra el reajuste en el sistema y la sumisión al cosmopolitismo, realizados por aquéllos mismos que se presentan erróneamente como partidarios de la identidad europea amenazada y los artesanos de su renacimiento. Pienso, en particular, en todos los que, según las palabras de De Gaulle, “dan saltitos como cabritos gritando: ¡Europa! ¡Europa! ¡Europa!”, no hablan más que de su “renacimiento”, pero que, concretamente, defienden valores de decadencia, laxismo, renuncia y sólo tienen finalmente de la Europa del futuro la imagen de una Disneylandia “tolerante”, abierta a todos los vientos, un pandémonium etnopluralista sin identidad central, sin orden interior y sin voluntad de poder. La tentación de la adhesión disimulada a la ideología dominante es enorme, sobre todo cuando se provee de la jerga de la interlingua. Es necesario boicotear urgentemente a todos estos pseudoidentitarios que, por conformismo y sed de respetabilidad, vienen a difundir subrepticiamente los dogmas del cosmopolitismo y el multirracialismo, bajo la cubierta de la “idea europea”, o incluso de un desvío de sentido de la idea imperial”.

Se encuentra de todo en este supermercado de la pseudorebelión: el viático “antirracista”, un izquierdismo difuso post-sesenta y ocho y “antiutilitarista”, un etnopluralismo multicultural, multiconfesional, no importa cual, que descubre treinta años después las tesis comunitaristas americanas (siendo muy antiamericano, obviamente), un antiliberalismo vuelto a copiar sobre el de Bourdieu y sus amigos, o, al contrario, un ultra-libre-cambismo y una americanolatria de una ingenuidad que desarma.

Se observa también una penetración de los medios regionalistas por una ideología cosmopolita inspirada de la extrema izquierda que, pretendiendo al mismo tiempo luchar contra el jacobinismo francés, no defiende de ninguna manera la identidad europea de su propia “región”.

Atención pues, a los falsos partidarios de la identidad europea que no hacen más que remarcar las observaciones de los Verdes, de Cohn-Bendit o José Bové. Su discurso es un simulacro que funciona según la siguiente lógica: se declara incorrecto y disidente en nombre de un antiamericanismo repetitivo, dogmático y mal discutido, reclamándose de un antiliberalismo convenido, neomarxista y sin contrapropuestas económicas (aparte de las soluciones infantiles izquierdistas-fourrieristas; se pretende europeo federalista, pero sin ninguna concepción imperial y poderosa de Europa; se dice antiglobalizador, arraigado, identitario, pero al mismo tiempo “abierto a todas las culturas”, partidario de la “causa de todos los pueblos”, lo que desemboca concretamente en la tolerancia inmigrófila; se pretende “antiprogresista”, pero en nombre del ahumado realismo del “sentido de la historia”, se juzga toda idea de reconquista étnica de Europa como irrealista; se dice pagano, cristiano, católico pagano o agnóstico, según los cenáculos, pero aplaude los progresos del Islam, haciendo parecer creer en el ecumenismo —por otra parte más por ignorancia conformista que por astucia. Etc. Los más peligrosos son los pseudopaganos, que confunden sistemáticamente, por sofisma, politeísmo con tolerancia absoluta, es decir, para hablar claramente, con anarquía. Desgraciadamente, una serie de brillantes intelectuales de derecha caen generalmente en varios de estos niveles.

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El mecanismo es simple, es el del pseudoconflicto del sistema. Se le ataca sobre puntos periféricos, pero nunca sobre el fondo. Los análisis de los retos actuales —en particular, la colonización de Europa por el tercer mundo y el Islam, la desvirilización, la decadencia de los valores, la africanización de la cultura y la decadencia demográfica de Europa, el fiscalismo y la elefantiasis burócratica de la socialdemocracia reinante, la homofilia triunfante— son prudentemente olvidados por estos falsos resistentes, estos combatientes embusteros del renacimiento europeo. Ninguna visión geopolítica, estratégica, económica, étnica, cultural de resistencia y potencia es propuesta. El enemigo principal, a quien todos conocen, con todo, no se designa, nunca.

Pretenden “pensar”, pero “para pensar, como decía Jules Renard, es necesario pensar en algo”.

Otro peligro amenaza, al contrario, por otra parte: el de los discursos nostálgicos y pesimistas que sólo desembocan en el sectarismo y la impotencia, la marginalización, y no sobre la resistencia eficaz.

Es la lógica de los eternos perdedores de la historia, vencidos por adelantado, agriados y desalentados, los que se piensan como el último cuadro más que quererse como el primer cuadro. Ya que toda resistencia que no se entienda como el basamento de una reconquista está condenada al fracaso.

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Es necesario desconfiar también de las derivas espiritualistas, metafísicas o supuestamente “filosóficas”. Atención a los impostores que se declaran “teólogos”, desde el fondo de su gabinete… Es cierto que un renacimiento espiritual de los europeos es perfectamente necesario para su rejuvenecimiento contra el narcisismo materialista, causa profunda de la tragedia actual.

La espiritualidad no es el espiritualismo. No se publica y no se instrumentaliza como un programa informático. Soy un entusiasta lector de Evola, sobre todo de sus excepcionales textos políticos y sociofilosóficos, pero pongo en guardia contra el “evolianismo” (o más peligroso aún, el “guénonismo”), que desvía verdaderas cuestiones prácticas y positivas. La reflexión debe estar al servicio de la acción, pero no podría confundirse con una tautología metafísica. Es principalmente a mis amigos italianos que dirijo esta advertencia.

La desconfianza debe también llevarse hacia un “paganismo” artificial e instrumentalizado, que arriesga a hundirse en la New Age desconectado de los combates de lo real, y que acabe, peor aún, por caer en la xenofilia y el desastroso “Amor del otro”, en nombre de un politeísmo mal entendido. Lo digo, tanto más de buen grado, cuanto que me considero pagano, plenamente pagano, aliado al catolicismo de la tradición, amigo del hinduismo, pero feroz adversario de los monoteísmos totalitarios del desierto.

Prudencia también hacia una determinada espiritualidad católica más o menos carismática, puerta abierta al misticismo evanescente, pero sobre todo a un pacifismo enfermizo, a una negación de la etnicidad y de la voluntad de poder.

Sí, atención al misticismo desmovilizador, atención al intelectualismo tan pretencioso como hueco, atención al refugio fácil en una “espiritualidad” o un “filosofismo” que sólo son actitudes, posturas y a menudo escapatorias para huir del combate vital de la resistencia.

Lejos de mí la idea de despreciar la investigación espiritual o religiosa. Es una de las glorias de la civilización europea. Pero la verdadera espiritualidad no puede vivirse sino en el combate. Insignificantes son los que pueden pretender seriamente probarlo en la meditación pura. Ya que el peligro de la desencarnación es grande y, en ese caso, las aspiraciones lo más abusivamente posible profundas se transforman en balbuceos inútiles, en refugios contra los combates de la vida, en espuma de la historia. Dar un sentido a su vida, es en primer lugar, combatir y asumir riesgos por su ideal, y, en particular, por su pueblo. De allí se deriva naturalmente la verdadera espiritualidad, que no se lleva como una decoración de burgués, sino que se siente como una llama interior. Pienso que Evola, Heidegger y Abelio lo habían comprendido perfectamente, puesto que su espiritualidad procedía de su compromiso.

La espiritualidad es la enemiga y lo contrario del espiritualismo, como la inteligencia es la enemiga y lo contrario del intelectualismo, como la filosofía es la enemiga y lo contrario del filosofismo. La espiritualidad procede biológicamente y ontológicamente del combate, no lo precede ni lo sigue, le está vinculada, acoplada, como en un nido de víboras.

Lo divino puede ser la palabra final. Pero lo divino sólo nace del calor físico, concreto, práctico de los hombres. Lo divino sólo ocurre si se comenzó el humilde, doloroso, pero orgulloso combate.

Lo que significa que la aptitud física y mental para la batalla, la posesión de una doctrina clara, las cualidades de valor y resistencia son, para estos momentos de incendio y tragedia, mucho más importantes que los vaticinios espiritualistas. Mens sana in corpore sano: una mente sana en un cuerpo sano. No olvidéis nunca que Sócrates había sido hoplita, y Jenofonte polemarca.

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Peleas estériles, riñas de capillas se oponen y neutralizan a los que deberían ser solidarios. Mientras que el enemigo, él, aunque proteiforme está temiblemente unido. Estas disensiones son superficiales y dividen a aquéllos que, cosa a menudo, piensan lo mismo, poseen la misma intuitiva visión identitaria del mundo, designan al mismo enemigo, defienden implícitamente al mismo pueblo y aspiran a los mismos objetivos, pero se encierran en ideas borrosas, equivocaciones, arrebatos emocionales, debates mal situados (sobre “Francia” o “Europa”, el “soberanismo” o el “federalismo”, el “catolicismo y el “paganismo”, etc.). A falta de conceptos definidos, de conceptos claros y unificadores, de reflexión serena, de conciencia de la urgencia, es difícil ponerse de acuerdo y fijarse en una línea ideológica eficaz. Un poderoso proyecto y unos corpus ideológicos comunes son inevitables hoy. Según el proverbio cuyo origen no revelaré, es necesario colocar ahora los fundamentos, en toda Europa, “de un pensamiento voluntarista concreto creativo de orden”.

Información adicional

Peso 335 g
Autor

Guillaume Faye

Paginas

290

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