Descripción
Un pacifismo que no es ni cristiano ni justo, una falsa espiritualidad fundada en la reconciliación con el mundo y un lenguaje anodino se ha apoderado del católico medio. No se lo escuchará mentar siquiera la obligación paulina del Buen Combate. Ya no digamos en lo que el término pueda implicar de donación física en una contienda justa, sino en lo que contiene de obligación ascética, purificadora y reconquistadora de la Verdad.
Un desordenado apego por la propia vida ha logrado dominarlo, y una candidez suicida -cuando no una complicidad cobarde- lo ha llevado a bajar los brazos frente a los enemigos de la Fe. Se vive bajo el primado del sincretismo y del pluralismo, que ahoga todo celo apostólico, todo fervor misionero, todo gesto de batirse por la Reyecía de Cristo.